“Hay que decir la verdad, por dura que sea: esto está mal”, dice la cubana Linorka Montenegro, al salir de una bodega distribuidora de alimentos subsidiados en una bulliciosa calle de La Habana Vieja. La profunda crisis que enfrenta la isla asfixia la capacidad del gobierno para abastecer los alimentos subvencionados que la población recibe desde hace seis décadas. Ahora el pan es más pequeño, el arroz llega a cuentagotas, y productos... + Leer noticia completa
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