Una deuda pendiente con la niñez: El llamado urgente a la responsabilidad social en Bolivia
En el marco del Día del Niño, fecha en la que Bolivia celebra a los más pequeños del país, emergen no solo actos de cariño y reconocimiento, sino también la oportunidad para reflexionar sobre la situación real de la infancia boliviana.
En esta línea, conversamos con Luis Alberto Melgar Rada, Gerente de Programa de Aldeas Infantiles SOS Bolivia, quien planteó con firmeza: “Tenemos una deuda histórica con la niñez”.
Melgar hizo un recorrido por la evolución del concepto de infancia en el país. Antes de la Revolución de 1952, los niños, junto con las mujeres e indígenas, eran ciudadanos invisibilizados.
Fue recién a mediados del siglo pasado que, gracias a una resolución conjunta entre la OEA y Unicef, se instauró el Día del Niño y se comenzó a considerar a los menores como sujetos de derecho, y no simplemente como objetos de protección.
Sin embargo, pese a este cambio de paradigma, la situación actual refleja un sistema aún frágil e insuficiente. La violencia intrafamiliar es el delito más denunciado en la justicia boliviana, muchas veces con consecuencias extremas como infanticidios.
Esta violencia fue identificada no como un fenómeno reciente, sino el resultado de una descomposición social arraigada en prácticas adultocéntricas y machistas, que impactan directamente en los niños, muchos de los cuales terminan en la calle o institucionalizados.
“En Bolivia, cerca de un millón de niños están en riesgo de perder el cuidado parental. Eso significa que ya están expuestos a situaciones de violencia, abandono escolar o falta de acceso a salud y documentación. Hay que intervenir antes de que la desprotección se materialice”, señaló Melgar.
La organización Aldeas Infantiles SOS trabaja bajo un modelo de intervención que pone a la familia en el centro. Su enfoque no se limita a brindar albergue a los niños institucionalizados, sino que prioriza el fortalecimiento familiar como prevención.
“Lo que buscamos es que el niño pueda desarrollarse en un entorno lo más parecido posible a una familia real”, afirmó Melgar, recalcando que esto implica involucrar a tíos, abuelos, padrinos, hermanos mayores: a la comunidad cercana al niño.
En Bolivia, se estima que unos 10.000 menores viven en instituciones de acogida, y el 80% de ellos tiene familia. Melgar aporta que esta alarmante cifra refleja una falla estructural del sistema de protección, que opta por la institucionalización sin agotar antes las alternativas familiares.
Aldeas SOS plantea que el verdadero reto está en prevenir esa separación mediante políticas públicas efectivas, como la reciente Ley Municipal de Fortalecimiento Familiar en Cochabamba.
El modelo familiar como camino
“El modelo institucional tradicional tiene comedores y farmacias centralizadas, el mismo menú para todos. Eso no es una familia”, expresó Melgar con énfasis. En contraste, el modelo familiar que promueven permite decisiones individualizadas: a qué colegio ir, qué religión practicar, qué plan de vida seguir.
El objetivo que se debería manejar es claro: dar amor, estabilidad y un entorno afectivo desde el que los niños puedan crecer en dignidad.
Este enfoque puede llegar a sonar utópico, sin embargo, se refleja en miles de historias concretas. Héctor, por ejemplo, pasó de una situación de abandono a convertirse en becario de una universidad española, hoy por hoy cursando una maestría.
O el caso de una joven con dificultades de aprendizaje que hoy es madre de una familia estable. Celebrando que no ocurrió lo que en muy escasas situaciones sucede: “Una derrota para nosotros es cuando un niño repite el ciclo de violencia del que vino”, admitió Melgar.
La atención personalizada, el “traje a la medida” que se diseña para cada caso, fue clave en el éxito del modelo. “No damos recetas generales. Escuchamos, diseñamos planes de desarrollo personal, económico y afectivo junto con las familias”, explica.
Esto incluye desde apoyo psicológico hasta capacitación técnica, alfabetización o colaboración para microemprendimientos.
Sostenibilidad
Otro pilar del éxito fue el trabajo conjunto con comunidades y gobiernos locales. Melgar plantea un triángulo de gobernanza en el que el niño está al centro, y sus vértices son las comunidades organizadas, los gobiernos locales y las organizaciones de la sociedad civil.
“Solo así podemos hacer sostenible este trabajo. Nosotros no queremos estar presentes para siempre. Nuestro sueño es que el día de mañana no se necesiten más instituciones como la nuestra”, sentenció.
Este modelo también se ve reflejado en el tipo de apoyo económico que reciben. Aunque la organización sigue contando con recursos provenientes principalmente de Europa (Austria y Alemania, en particular), la sostenibilidad a largo plazo se basa en que los servicios que brindan sean asumidos por las estructuras de protección locales, es decir, entidades gubernamentales.
Una segunda oportunidad, no un segundo abandono
Uno de los temas más sensibles es la situación de los adolescentes que egresan del sistema de protección al cumplir 18 años. Melgar lamenta que, por ley, en ese momento se corta el financiamiento estatal, lo que representa un nuevo abandono.
“Nosotros decimos: ¿a qué edad saliste tú de tu casa? Así debería ser con ellos. Cuando estén listos. No cuando lo dicta una norma”, afirma. Por ello, Aldeas Infantiles SOS trabaja en rutas hacia la vida independiente, para que la transición sea gradual y segura, evitando que estos jóvenes vuelvan a situaciones de riesgo. “No podemos volverles a fallar en su segunda oportunidad”, remarca Melgar.
Responsabilidad social: una tarea colectiva
Frente a todo esto, Melgar lanzó un llamado directo a la sociedad. “No nos hagamos de la vista gorda. Hay que actuar. Hay muchas formas de involucrarse: desde donaciones individuales hasta alianzas con empresas que apadrinan familias. Incluso, quienes nos ven en redes pueden contactarnos para saber cómo colaborar”.
Pero el cambio estructural pasa también por una transformación cultural, algo que fue identificado como la raíz de las problemáticas que afectan a la niñez boliviana: “Tenemos que combatir el machismo, la violencia, la desigualdad de género desde casa. Desde lo cotidiano. Desde la televisión que vemos o el lenguaje que usamos con nuestros hijos”, propone.
Un mensaje por el Día del Niño
Melgar concluye con un mensaje cargado de empatía: “Pensemos en los niños, pongámonos en sus zapatos. Recordemos nuestra infancia y cómo nos marcó, positiva o negativamente. Hoy hay miles de niños y niñas que necesitan nuestra solidaridad, que necesitan saber que alguien se preocupa por ellos”.
Mientras Bolivia se encamina hacia su Bicentenario, queda claro que el mayor legado que puede dejar una sociedad a su futuro es cómo trata a sus niños en el presente. Y como recuerda Melgar: “El mejor lugar para un niño es una familia. Y si no tiene una, debemos construirla juntos”.