Cuentos bajo la luna
En el umbral del Bicentenario de Bolivia, la presentación de una antología de cuentos se erige como un acto de reafirmación cultural y un homenaje a la diversidad narrativa del país. La literatura, como testimonio de la identidad de una nación, refleja las voces de sus habitantes, sus preocupaciones, sus sueños y sus contradicciones. En este contexto, un libro que agrupe relatos de distintos autores bolivianos es más que una simple recopilación de textos; es un espejo polifónico de nuestra historia, nuestra imaginación y nuestra evolución como pueblo.
Bolivia, con su riqueza multicultural, se nutre de mitos, leyendas y tradiciones que encuentran en el cuento una forma privilegiada de expresión. El cuento, por su naturaleza breve y concisa, logra captar la esencia de un instante, un conflicto o una verdad profunda, permitiendo que los lectores viajen por diversas realidades en cada historia. En el contexto del Bicentenario, esta multiplicidad de voces se convierte en un testimonio vivo de nuestra identidad nacional, ofreciendo un retrato de lo que somos y de lo que aspiramos a ser.
En una nación que celebra 200 años de independencia, la cultura ocupa un lugar fundamental en la consolidación de un sentido de pertenencia. Los libros, en particular, han sido herramientas esenciales en la formación del pensamiento crítico, la conservación de la memoria histórica y la difusión del conocimiento. Desde las crónicas coloniales hasta las novelas contemporáneas, la literatura boliviana ha evolucionado junto con la historia del país, acompañando sus luchas, sus crisis y sus renacimientos.
Presentar una antología en este contexto no solo reivindica la importancia de los libros como vehículos del saber y la imaginación, sino que también reafirma el compromiso de la sociedad con la preservación y difusión de la cultura escrita. Es un acto de resistencia frente a la fugacidad del tiempo y una declaración de que las palabras seguirán siendo fundamentales en la construcción de la identidad boliviana.
Escritores Unidos es una agrupación de cultivadores de la palabra, que nació en 2006. Tenemos 19 años de existencia y, a diferencia de otras agrupaciones literarias, ESUN publica libros de sus integrantes, hasta el momento son 59 libros impresos.
Las antologías son publicaciones que tiene ESUN. En años precedentes se publicó dos antologías de cuento, una de poesía y otra de ensayo. Participaron de esa selección dos escritores que ya no se encuentran junto a nosotros, Jorge Ayala y Chaly Rimassa, grandes amigos y además buenos escritores.
Uno de los objetivos de ESUN es justamente publicar la obra de sus integrantes y también editar obras en versión de antología, incluyendo el trabajo literario de todos sus integrantes. Y esta noche, justamente presentamos la última obra antológica de nuestra agrupación literaria. La selección de las piezas literarias les debemos a Jenny Mounzón y a Norma Mayorga, presidenta de ESUN.
Hablar de una antología es hablar de un caleidoscopio literario, una reunión de miradas, estilos y sensibilidades que, al entrelazarse, enriquecen el horizonte narrativo de un tiempo y un lugar. Cuentos bajo la Luna es una muestra fehaciente de esta diversidad, un espacio donde las letras bolivianas convergen para ofrecer relatos que transitan entre lo real y lo onírico, lo cotidiano y lo extraordinario narraciones cortas y extensas, es decir, enfoques y voces distintas.
Compilar en un solo volumen las voces de varios autores es una tarea que requiere no solo el reconocimiento de la individualidad de cada escritor, sino también la visión de conjunto que permite que estas narraciones dialoguen entre sí. Esta antología celebra esa pluralidad, abriendo una ventana a universos donde la imaginación, la memoria y la identidad se entrelazan de manera magistral.
Cada autor aquí presente aporta su propio universo narrativo, enriqueciendo el conjunto con estilos y temáticas que van desde la exploración del pasado hasta la incursión en lo insólito. En esta compilación, encontramos relatos que conmueven, desafían y transportan al lector a diferentes escenarios, algunos familiares y otros inquietantemente desconocidos.
Un legado para el futuro
El Bicentenario no solo es un momento de celebración, sino también de reflexión sobre el futuro de Bolivia. La literatura tiene el poder de proyectarnos hacia el porvenir, de imaginar nuevos horizontes y de cuestionar las estructuras existentes. En este sentido, una antología de cuentos no solo representa la diversidad del presente, sino que también se convierte en una herencia para las futuras generaciones, quienes encontrarán en sus páginas las inquietudes y esperanzas de su tiempo.
Cada cuento incluido en la antología es una pieza de un rompecabezas más grande: el relato de Bolivia en su Bicentenario. Al presentar esta obra, reafirmamos que la literatura sigue siendo una fuerza vital en la construcción de la nación, un refugio contra el olvido y un faro que ilumina los caminos venideros.
Los autores y sus contribuciones
Kethy Castedo Zacharía nos regala cuentos donde la naturaleza y la memoria dialogan con la sensibilidad humana. “La sandía” y “El sollozo de una flor” evocan un lirismo cargado de nostalgia, mientras que “Una historia en Valle Viejo” nos sumerge en un paisaje que guarda secretos y relatos por descubrir.
Fanny Escobar Silva, con “Rosana”, nos entrega un cuento que aborda los vínculos afectivos y los misterios del destino, explorando con fineza las emociones humanas.
Vanessa Giacomán Landívar incursiona en lo sobrenatural con “El fantasma del bus” y “Autoestopista”, relatos donde lo espectral y lo inesperado se convierten en el centro de la tensión narrativa.
Angélica Guzmán Reque nos lleva de la mano por reflexiones filosóficas y místicas en “La muerte”, “Leyenda del sauce llorón” y “La palabra y el libro”. Su visión de la literatura como un mundo en sí mismo se hace presente en “El libro: un mundo” y “Soledad impertinente”.
Norma Mayorga nos conduce a un espacio donde lo misterioso se entrelaza con lo existencial. “El monje de negro” y “El viaje al infinito” exploran dimensiones más allá de lo visible, mientras que “Cuentos bajo la Luna” brinda una metáfora sobre la creación literaria.
Jenny Mounzón Oporto, con “Recuerdos de Arque y su casa solariega” y “Agua sagrada”, nos introduce en un universo cargado de reminiscencias y tradición, donde la historia personal se funde con el imaginario colectivo.
Modesto Rivera Bruno nos transporta a través de la memoria y el viaje con “Brasil sin retorno” y “Las orillas de la memoria”, relatos donde el desplazamiento físico y emocional juegan un papel clave.
1Rossy Rivera Bruno presenta cuentos como “Adiós Urubichá” y “Una lección de vida inolvidable”, donde la exploración de las despedidas y los aprendizajes se convierten en el eje central de la narrativa.
René Rivera Miranda, con “Fin de la función”, nos introduce en un juego metatextual donde la literatura y la vida se confunden en un mismo escenario. ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Hay dignidad en la vida, también debería existir dignidad en la muerte?, se pregunta.
Biyú Suárez Céspedes nos sorprende con relatos de tintes fantásticos y reflexivos como “Una muerte muy especial” y “En el laberinto del Sumaj Orko”, donde la tradición andina se funde con la ficción.
César Verduguez Gómez cierra la antología con cuentos como “El volador” y “La madre de Satanás”, exploraciones de lo insólito y lo grotesco que desafían las certezas del lector. Una vez más, el maestro de cuento boliviano, nos sorprende con la calidad de sus relatos.
Finalmente, Cuentos bajo la Luna, es una obra imprescindible para quienes buscan una muestra representativa de la narrativa contemporánea boliviana. La riqueza de esta antología radica en la variedad de voces y en la multiplicidad de temas que abordan, desde lo íntimo hasta lo universal. Leer estos cuentos es viajar por diferentes geografías emocionales y estilísticas, es descubrir y redescubrir la literatura como un refugio, un desafío y, sobre todo, una forma de iluminar la noche con palabras.
Que esta antología sea, entonces, una invitación a soñar bajo la luna y a recorrer, en cada página, los senderos infinitos de la imaginación.