Prioridades:Urkupiña o las elecciones
La controversia sobre si la festividad religiosa de Urkupiña debe trasladarse para antes o después de la fecha establecida en el calendario católico resulta innecesaria. El motivo del debate es su coincidencia con las elecciones del 17 de agosto y la celebración de la fiesta popular de la Asunción de la Virgen María.
Afortunadamente, entre los sectores involucrados ha primado cierto grado de racionalidad, entendiendo que la festividad debe mantenerse en todo su esplendor y evitar cualquier tipo de contaminación politiquera. Para ello, las autoridades ya deberían priorizar las determinaciones del Tribunal Supremo Electoral (TSE), sobre el interés colectivo de Quillacollo en lo económico, turístico y religioso.
En este sentido, la mejor opción es postergar la festividad hasta después de las elecciones. No cuesta mucho imaginar que la entrada de los bailarines, la misa central, la peregrinación y el calvario pueden celebrarse en una fecha posterior sin afectar la tradición. Peor es no celebrar nada. Lo que sí sería inconveniente es adelantarla al 9 y 10 de agosto, ya que la campaña electoral seguiría activa y los candidatos no dudarían en aprovechar la oportunidad para convertir la celebración en un acto proselitista, relegando a un segundo plano su verdadero significado popular.
El TSE ha tardado demasiado en definir la fecha de los comicios. A mediados de 2024, había fijado el 17 de agosto como inamovible, pero posteriormente la adelantó al 10 de agosto. Sin embargo, la cercanía de la celebración del bicentenario de la independencia, el 6 de agosto, forzó a retomar la fecha original, lo que ahora genera esta coincidencia con la festividad de Urkupiña. Esto pone en juego dos intereses: por un lado, el general, representado por las elecciones; y por otro, el de un sector específico de la población que busca preservar su festividad religiosa y cultural.
Además, el 17 de agosto es también el Día de la Bandera, una fecha importante para los chauvinistas que ven en el voto una expresión de patriotismo. Por otro lado, el 16 de agosto, reservado para la peregrinación y el calvario de Urkupiña, coincide con la festividad de San Roque, patrono de los perros y de los enfermos. Esto plantea la paradoja de que mientras los creyentes veneran a la Virgen una vez al año, sus mascotas les entregan compañía a diario.
Por todo esto, la mejor alternativa es reprogramar la festividad para el jueves 21 de agosto (entrada bailable), el viernes 22 (misa central) y el sábado 23 (calvario y peregrinación). La propuesta de la Gobernación de Cochabamba de trasladarla al 9 y 10 de agosto no debe ser aceptada, ya que responde a intereses polítiqueros que pretenden aprovechar la masiva concentración de personas para inundar la festividad con propaganda electoral. Sería ingenuo pensar que no se intentará convertir la celebración en un evento de campaña, distrayendo a la gente con banderas y panfletos en lugar de permitirles disfrutar del espectáculo cultural y religioso.
Las fraternidades y empresarios que se benefician económicamente de la festividad entienden bien el mercado y no permitirán que su público objetivo desvíe su atención hacia temas políticos. Su preferencia es el espectáculo y la venta de productos, no la promoción de candidatos.
No es extraño para el calendario católico trasladar festividades. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, por ejemplo, son fechas móviles y determinadas por cálculos astronómicos. Siguiendo esta lógica, Urkupiña también podría celebrarse una semana después sin afectar su esencia. Lo importante es la devoción, y esta no depende de un día exacto en el calendario.
El TSE, pese a sus vacilaciones, ha reafirmado la inamovilidad de las elecciones el 17 de agosto. La ciudadanía ha aceptado esta decisión, reconociendo la importancia del proceso democrático. Al mismo tiempo, los sectores económicos que dependen de la festividad tienen claro que no pueden permitir interferencias externas, especialmente de tipo político. La festividad es un negocio, pero también es cultura y fe. Y en ese equilibrio, lo mejor es postergarla para preservar su autenticidad.
Ironizando al terminar este artículo diría que el 22 de agosto, el candidato ganador de las elecciones se presente en la misa central para agradecer a la Virgen María de Urkupiña; y los perdedores deberían peregrinar el 23 de agosto pidiendo mejores resultados para las elecciones de 2030, picando piedras en el calvario.
Columnas de MARCELO GONZALES YAKSIC