Una semana de sueños
Desde hoy y hasta el siguiente fin de semana, Quillacollo vive una “dulce resaca” de Urkupiña, un “umajampiku”, plasmado en la materialización de los “sueños en miniatura”. Nos referimos, por supuesto, a la fiesta de las Alasitas, una versión aún mayor que la que se realiza en Cochabamba, quizá porque viene aupada justamente por la Entrada y Calvario en honor a la Patrona de la Integración Nacional.
Y aunque durante todo agosto ya se ven las miniaturas de casitas, vehículos o víveres en pequeña escala, el punto en que suele catapultarse esta tradición de fe es en el Calvario. Dice la leyenda que la pastorcita perdió sus ovejas, y que la Virgen le pidió juntar piedras para una casita destinada a su niño. Cuando la pastorcita cumplió con el pedido, sus ovejas aparecieron.
Leyendas aparte, una costumbre muy singular que se enraizó fue la de construir casitas (rústicas, por supuesto) con las mismas piedras del Calvario. Así comienza la tradición de “comprarse” un lotecito (de metro por metro), ataucar las rocas, plantar arbustos que hacen de árboles en la futura propiedad, y poner el camioncito en el patio.
Luego, ch’allar, q’oar, bailar al son de la música de una banda contratada en el lugar, revolcarse en la casa comprada, buscar fusionarse físicamente con el sueño… es la tradición. Otros arrancan las piedras del cerro, simulando que los fragmentos son dinero que la Virgen presta, y que deberán devolverse al año siguiente. Es la promesa.
En este contexto, ya no resulta tan extraño que después aparezca alguien con billetes de fantasía (dólares, de preferencia), con una casita de yeso a escala, con un camioncito de madera, instrumentos y materiales de construcción, víveres en chiquito, platillos, maletita de viaje, títulos de propiedad, de profesionalización, de matrimonio y hasta de divorcio. La caja de Pandora está abierta. Se da rienda suelta a la fantasía, al sueño y a la promesa. Los creativos han inventado incluso bodas de fantasía, donde los enamorados (casi siempre jóvenes), con marcha nupcial de fondo, pueden expresar sus promesas de amor, firmar el Sí, colocarse anillos de fantasía y hasta servirse una torta minúscula. Siempre hay ofertas para todas las demandas. Y por una semana, unos 1.600 comerciantes harán sus pequeñas ofertas en la avenida Martín Cárdenas, rumbo al Calvario.
Por supuesto que también estarán presentes el comercio, las comilonas, bebidas, la borrachera y parte del desorden. Es inevitable, es cierto. Pero habrá que hacer todo lo posible para que esta fiesta de los sueños se desarrolle en el marco de la mayor organización posible. No dejar que estos factores manchen esta bonita fiesta de los sueños. Será una bonita despedida de Quillacollo y de la fietsa de Urkupiña.