PURISKIRI: el qhochalo viaja con su q’epi cultural
El qhochalo es un puriskiri por excelencia y es sabido que en cualquier punto del planeta se puede encontrar a un llajtamasi que dejó su tierra por temas laborales, profesionales o por un espíritu aventurero. Los abuelos decían que, donde había un pendón de chicha, allí estaba un cochabambino y es posible encontrar a los paisanos en todos los puntos del planeta: Japón, Australia, Finlandia, Suecia, Canadá, Rusia y una larga de todos los países del mundo.
Una particularidad del cochabambino es que emprende viaje con su q’epi cultural a cuestas, señala el antropólogo José Antonio Rocha, al referirse a la movilidad intensa a Estados Unidos, España, Argentina y Chile, principalmente.
En el q’epi carga su gastronomía, sus usos y costumbres, su música, su idioma materno y demás pedazos que atesora de su terruño. Para Rocha, una de las causas tiene que ver con las raíces históricas y la tradición de traslación permanente por las tareas agrícolas que cumplía, desde el Kollasuyo. María Luz Coca, conocida como K’ancha en redes sociales, vive en Estados Unidos desde hace cinco años, y coincide con Rocha sobre el arraigo cultural del cochabambino.
“Al llegar al extranjero desatamos nuestro q’epi porque nos acerca a quienes dejamos a miles de kilómetros”, cuenta. La qhochala es oriunda de Cliza, en el valle alto cochabambino. Dejó su pueblo, su familia y amigos en busca de trabajo; ahora radica en Virginia, donde viven unos 40 mil bolivianos que han mantenido una gran cantidad de prácticas culturales tradicionales. Desde su garaje, promueve su cultura, a través de una radio en línea que tiene miles de seguidores.
Olas migratorias
Uno de los primeros destinos migratorios fue Chile. Allí engrosaron las listas de trabajadores de las minas salitreras; más tarde, los destinos fueron Estados Unidos y Argentina, y posteriormente, los países de Europa, donde migraron las mujeres, principalmente.
Las respuestas que se recogen en el valle alto cochabambino a la pregunta sobre las múltiples motivaciones para migrar hacen referencia a la necesidad de lograr mejores condiciones laborales y la intención de encontrar realización personal . La investigadora del Coordinadora del Centro de Planificación y Gestión (Ceplag) de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Carmen Ledo, señala que uno de los hitos migratorios de los cochabambinos fue en la década del 80 hacia Estados Unidos y Argentina.
Los pobladores de valle alto, como Tarata, San Benito y Arbieto, fueron los pioneros en viajar para reemplazar el trabajo agrícola por faenas como la construcción. Ledo relieva que el trabajo de los migrantes se puede ver en el desarrollo que trajeron a sus comunidades, en la edificación de construcciones y la tecnificación del riego, por ejemplo. De acuerdo con una investigación del Banco Central de Bolivia (BCB), entre 1993 y 2012, las remesas que ingresaron a Bolivia experimentaron un crecimiento significativo; lo cual permitió alcanzar volúmenes considerables de entrada de divisas al país. El turno de las mujeres El fenómeno migratorio se repitió. Esta vez, fueron las mujeres quieren partieron a España e Italia para asumir tareas de cuidado de ancianos y niños.
Tanto en Europa como en Estados Unidos, los cochabambinos se organizan en comunidad para conservar su arraigo cultural. En las calles y parques de París, Estocolmo y Milán se puede observar bailes de caporal y escuchar algunas cuecas. Los llajtmasis que radican fuera del país también mantienen su presencia en sus pueblos a través de auspicios y aportes como en las ferias.
En las tradicionales ferias de durazno de Arbieto los presentadores suelen mencionar a los residentes en Estados Unidos como importantes auspiciadores de sus actividades; el saludo de los asistentes es de rigor, así como el envío de las imágenes hasta el país del norte. Para el investigador Leonardo de la Torre Ávila, las comunidades de sentimiento funcionan como particulares hermandades, en caso de que las vicisitudes del futuro hagan urgente la necesidad de que el grupo se manifieste de una manera casi heroica para proteger a uno o a unos cuantos de sus integrantes. La imaginación, que mantiene unida a una determinada comunidad de sentimiento, puede entenderse como el primer paso hacia una acción colectiva profundamente cohesionada.
Añade que en el caso de las colectividades migrantes, esa solidaridad, basada en una imaginación social común, posibilita que muchas acciones de solidaridad estratégica se lleven adelante con una organización administrativa muy eficiente, que salva, sin mayores dificultades, las inmensas distancias territoriales.
La chola qhochala Luz Coca revaloriza la indumentaria de la chola qhochala y luce coloridas poleras combinadas con sacos de encaje, sombrero y los elegantes faluchos. Reconoce que la comunidad más numerosa en Maryland es la cochabambina, pero también están los cruceños, los orureños y otros paisanos. “Todos aferrándose a sus tradiciones y cultura”, cuenta. “Allí se come chicharrón acompañado con una rica chichita, se baila cueca y se recuperan costumbres como el t’ipaku, el umarrutuku y las misachikus”, cuenta Coca a Los Tiempos. Sobre el tema, Rocha resalta la visita de la coplera Encarnación Lazarte o “mamita Encarna” como se le dice de cariños a los residentes cochabambinos en Estados Unidos. “Hubo gran fiesta, se han sentido felices de la vida y las qhochalas han desempolvado sus polleras”, cuenta el investigador punateño.