Las damas de piedra: Día de las montañas
Texto: Alicia Cortés Soruco
Fotos: Andrés Mac Lean, David Flores y Valeria Dorado
El cielo azul de Bolivia es lejano y alto, sostenido en magníficos pilares de hielo y fría piedra. A la sombra de estos pilares, nosotros nacemos y vivimos. Al elevar la mirada, nos encontramos con las siluetas familiares, que nos traen un sentimiento de calma y pertenencia.
Nuestras montañas que se levantan orgullosas sobre nuestros valles, llanos y planicies han sido protectoras, deidades y acompañantes durante toda nuestra larga historia.
No hay como imaginarse a Cochabamba sin su muralla montañosa, sin la elegancia del Tunari y su corona de piedra o sin su corazón latiente, el Cerro San Pedro. La Paz estaría incompleta sin la figura del poderoso Illimani vigilando desde las alturas, con su blanca nieve lanzando destellos sobre la Ciudad Maravilla. Por supuesto, el Rey de las Alturas que mora en Oruro, el espléndido Sajama, nos quita el aliento con su belleza. Y en Potosí, donde se alza al belicoso Huayna, Señor de la Piedra, además del antiguo y sabio Cerro Rico, símbolo nacional.
Así, podríamos seguir describiendo el encanto de cada montaña boliviana, porque todas y cada una de ellas es un espectáculo por sí misma. Pero ellas, las damas de piedra de nuestro territorio, son mucho más que una decoración natural en el horizonte.
Nuestras cordilleras son la esencia misma de nuestra identidad, son nuestra herencia y punto de referencia. Ellas han impactado en todos los ámbitos de nuestra vida e historia, creando una relación simbiótica con la cultura boliviana.
Así, las montañas de nuestro territorio son el patrimonio boliviano por excelencia: patrimonio cultural, por todo lo que su presencia ha aportado a nuestra cultura, las épicas y hermosas leyendas que todavía se cuentan de generación en generación. El equipo de Una Gran Nación (UGN) le tiene especial cariño a la leyenda del Sajama: la historia sobre el descabezado Mururata, muerto en lucha con su hermano Illimani, el Señor de las Aguas, quien le asesta un golpe por orden de Wiracocha. Se dice que la cabeza del joven Mururata salió volando por los aires y aterrizó en la lejanía. Hoy, a esa cabeza la conocemos como Sajama, que viene del aimara chak xaña, que significa ‘distante’ o ‘alejado’.
Las montañas son también un patrimonio histórico por su rol en nuestro desarrollo como nación y lo atada que ha estado nuestra historia a su presencia. Por ejemplo, el Cerro Rico en nuestra bandera, un símbolo que representa a todas las vidas que allí se han desarrollado, las amargas luchas por su brillante contenido y los siglos de explotación en las espaldas de nuestros antepasados. El viejo y cansado cerro potosino todavía cuida de su pueblo desde su alto trono.
Y, por supuesto, las montañas son nuestro tesoro natural, grandes referentes de nuestra geografía y paisaje. La Cordillera de los Andes, la corona de las alturas de Latinoamérica, determina el clima y el ecosistema de la región entera. La cantidad innumerable de vidas que moran en sus escarpadas piedras y escondidos valles es clave para la biodiversidad de nuestro país y continente.
El valor de nuestras montañas es indiscutible. Son y serán siempre las grandes y orgullosas guardianas de nuestra historia, de nuestras ciudades y culturas. Tal y como fueron adoradas en tiempos pasados. Hoy es el Día Internacional de las Montañas y UGN les rinde un homenaje. Nada nos habla más de orgullo y belleza boliviana que las altas cumbres nevadas del país, sus profundas y arraigadas raíces en la tierra y la belleza despampanante que nos ofrecen.
Son ellas, nuestras Damas de Piedra, que, al mirarlas, nos recuerdan que vivimos en Una Gran Nación.