Planeta caliente

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 06/12/2022
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Más allá de la campaña mediática que han desatado los grupos empresariales interesados en que nada cambie, la verdad es que el futuro del planeta está en riesgo. Dicha evaluación no surge de la denuncia de grupos ambientalistas, sino con base en las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), que, a través de diversos informes científicos, ha denunciado que el incremento de las temperaturas globales, producto de la masiva emisión de gases de ‘efecto invernadero’ en las últimas décadas, está llevando al mundo a un desastre climático de consecuencias catastróficas.

Los datos ya se conocían antes de la Cumbre Climática que convocó Naciones Unidas en 2019, en el marco de la Asamblea General de la ONU que se realizó en Nueva York. Pero fue el clamor de una joven activista sueca, Greta Thunberg, el que alertó lo que está ocurriendo con el clima y sus efectos para todo el planeta.

En el fondo, está en discusión el actual modelo de desarrollo productivista y extractivista que implementan tanto países capitalistas como los socialistas en su afán exclusivo por obtener índices de crecimiento y beneficios materiales para una sociedad de consumo que, en el camino, arrasa con todos los sistemas ecológicos que encuentra a su paso.

La ola de incendios en la Amazonia, y en particular en la Chiquitania boliviana, donde millones de hectáreas fueron devoradas por los incendios en los últimos cinco años, sin importar el confinamiento por la pandemia, está directamente relacionada con esta discusión global que hemos emprendido sobre el futuro del planeta.

“Pan para hoy, hambre para mañana”, dice el dicho popular. Algo así ocurre con el medioambiente. Los estados modernos levantan enormes fábricas de industrias contaminantes, amplían las fronteras agrícolas y violentan los bosques, los lagos y los mares con un único afán: aumentar la producción y el comercio de bienes y servicios.

Greta Thunberg no pide un milagro, solo escuchar a la ciencia y actuar ahora. La urgencia es de tal magnitud que, si no hacemos algo en las próximas décadas, en 2100 la situación será una pesadilla. Si solo con el incremento de un grado centígrado estamos observando cómo se derriten glaciares y comienzan a colapsar el Ártico y la Antártida, imaginemos si el cambio climático lleva a un incremento entre 4 y 7 grados centígrados. El IPCC lo ha dicho claramente: los océanos aumentarán más de un metro su nivel, lo que hundirá islas y poblaciones costeras y obligará al traslado forzado de millones de personas.

Bolivia se encuentra entre los países más vulnerables al cambio climático. La falta de agua, el derretimiento de los glaciares andinos y las sequías ya están afectando a importantes porciones del territorio boliviano.

En general, los estados deben adoptar medidas concretas para cumplir con los compromisos asumidos en el Acuerdo de París de 2016 y así reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, modificar la matriz energética y adoptar medidas concretas para mitigar el impacto y adaptar a las poblaciones al cambio.

Más allá de la campaña en contra de Greta, todos tenemos una labor que hacer para contribuir a salvar el planeta, la única casa que tenemos en el universo. La participación ciudadana, a través de nuevos hábitos respecto del uso del agua, la energía y la disposición de la basura, es fundamental para producir un cambio. 

Greta Thunberg ya hizo su labor al llamar la atención, pero ni siquiera la bulla mediática de hace dos años logró que los gobernantes se pusieran manos a la obra. Las cosas no han cambiado, la temperatura del planeta sigue en ascenso y los líderes mundiales tienen su atención puesta en sus guerras. (R)

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