Cuida tus palabras
Hace apenas unos días pude experimentar cómo nuestras palabras pueden causar tanto dolor en nuestro entorno y por ello decidí escribir sobre este tema, ya que en este caso el lastimado fue un joven de sólo 17 años.
Recordé las conferencias magistrales del experto Ricardo Castañón, quien escribió un fabuloso libro denominado Cuando la palabra hiere, en el cual describe el estudio y el impacto neuropsicológico de la palabra en el cerebro. ¿Y por qué lo hizo? Seguramente lo hizo al escuchar que nosotros, como seres humanos, decimos cosas que no deberíamos decirlas y, lo que es peor, sin pensarlas. Hecho que causa enormes consecuencias en nuestro entorno, más aun si se trata de jóvenes que igual que nosotros están en camino de construcción de sus vidas.
Una tomografía de positrones que se realiza en el cerebro determina que cuando pensamos hay muchas zonas del cerebro que trabajan al mismo tiempo. Que cuando las personas hablan se tiene un centro del habla que es responsable de lo que se escucha, de lo que se ve y de lo que se oye. Todo lo que somos está basado en un programa biogenético que cuando nacemos hemos recibido biológicamente de nuestros padres y que a la vez estamos transmitiendo a nuestros hijos.
Toda esta explicación resulta trascendental, a fin de que podamos entender la importancia de las palabras que emitimos cuando estamos comunicando algo a alguien. “Todo lo haces mal”, “eres un inútil”, “no sirves para nada” y otra serie de expresiones que utilizamos a diario pueden causar huellas neuronales muy fuertes a nivel cerebral, porque todas las palabras o información que recibimos se vuelve biológica y queda indefectiblemente grabada en nuestro subconsciente. Podrás arrepentirte, podrás pedir perdón, podrás dar una y mil explicaciones…pero la huella estará grabada.
Que puedes o no modificar estas huellas será motivo de otro tema: el hecho es que tus palabras causaron una herida y que estas palabras no se las lleva el viento. Palabras que duelen, que lastiman, palabras que pueden quitarte el sueño, el ánimo o despojarte de tu tranquilidad.
Hoy escribo de aquellas palabras que te hieren o te enfadan y, lo peor de todo, las palabras que hacen que dudes de ti. Por ello hoy quiero enfocarme en la importancia de decir las cosas, incluso la importancia del tono que usas, todo ello tiene una relevancia para la vida de otro ser humano. Así que te invito a que cuides todo aquello que vaya a salir de tu boca, cuides tus expresiones, cuides tu rabia, tu furia, cuida lo que vas a decir, porque como dijo el filósofo Juan Luis Vives: “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus propias palabras”.
Piensa antes de hablar, cálmate cuando estés airado o resentido, intenta hablar cuando estés en paz. De las palabras depende muchas veces la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra: las palabras tienen mucha fuerza ya que con ellas podemos edificar o destruir lo que tardamos tanto en construir.
Recuerda que las palabras de insulto o despectivas nunca han hecho algo edificante en la vida de nadie; por el contrario, una palabra amable puede suavizar las cosas, una palabra alegre puede iluminar el día, las palabras son vivas, bendicen o maldicen, alientan o abaten, por eso ¡cuídalas!...ya que las palabras hieren.