Del victimismo al golpismo
Asumamos, y digamos que creemos, la versión de que en Bolivia hubo una ruptura del orden constitucional, que terminó en la lacrimosa huida de Evo Morales al cobijo de México y luego Argentina. Asumamos y digamos que fue así, y que Evo es una víctima cruel de la intolerancia antidemocrática de la política boliviana. No por nada nuestros parlamentarios oficialistas, políticos e intelectuales revolucionarios de café y caviar inundan las redes sociales y los eventos de discusión argumentando lo antidemocrático del país, contra el verdadero pueblo, como les gusta decir en sus elucubraciones revolucionarias, y que estos déspotas, en complicidad con el imperialismo, impidieron que el líder de los humildes ejerza su derecho humano a la reelección indefinida. En resumen, victimización por todo lado, a cada hora y financiada por nuestros impuestos y la venta de nuestras materias primas.
Sin embargo, si asumimos este discurso de víctima, algo que podemos rescatar es que el mismo concluye que se debe garantizar la estabilidad institucional de las autoridades electas en el país, que de hecho es lo que van repitiendo los políticos oficialistas y nuestros intelectuales de izquierda revolucionaria de café y caviar. Pero que, en la práctica, sólo aplica para las autoridades electas del oficialismo, porque de un tiempo a esta parte la gran parte de autoridades electas en el país que no son del MAS-IPSP están siendo perseguidas judicialmente, en una clara violación del respeto democrático y la voluntad del pueblo boliviano.
Entonces, si ha sido tan doloroso el proceso de golpe de Estado y tan antidemocrático, por lo cual no hay olvido ni perdón, ¿por qué el oficialismo impulsa golpes municipales y de gobernaciones, en clara alianza con el poder judicial, que de independiente sólo tiene el precepto sobre el que se rige constitucionalmente? ¿No es acaso esta judicialización de la política, para encarcelar opositores, un golpe antidemocrático? ¿En qué momento las víctimas pasaron a golpistas? O es que, en el fondo, ¿el golpismo es una práctica habitual de la política boliviana y recién nos estamos dando cuenta?
Lo cierto es que la intolerancia política inunda nuestra realidad, la institucionalidad democrática se encuentra por los pisos y el totalitarismo como estrategia de control es sin duda una constante de la política boliviana y nosotros, el otro pueblo, al que nadie le importa, debemos seguir financiando estos procesos pagando impuestos altos, sometidos a las arbitrariedades de quienes detentan el poder, observando cómo hipotecan el país para seguir financiando excesos, viendo cómo se destruye la naturaleza y nuestros parques, viviendo en inseguridad jurídica debido a avasallamientos, en un país donde poco a poco las bases sobre las que se sustenta la democracia y el respeto por la voluntad de todos se derrumban.
Así que lo más seguro es que prosperen los juicios y dentro de poco se descabecen a muchos opositores en el país y que, en gran parte, es culpa de ellos mismos, por sus errores y ambiciones, pero si fuéramos consecuentes con el discurso deberíamos todas y todos los bolivianos luchar y oponernos a cualquier cambio de una autoridad electa, independientemente de la orientación política, porque eso es creer en la democracia y no ser golpista; lo otro, lo de ahora, es sólo victimismo.
Columnas de CÉSAR AUGUSTO CAMACHO SOLIZ