Cinco años después, Colombia no halla la paz tras el acuerdo con las FARC
A cinco años de la rúbrica de la paz, las secuelas del proceso que transportó a la pacificación, desmovilización y restitución a la vida civil a más de 13 mil miembros del primordial actor ilegal de la guerra en Colombia no son parejos en todos los frentes.
No obstante, hay una coincidencia entre todos los protagonistas y observadores: la seguridad, tanto de los desmovilizados (casi 300 asesinados desde 2016) como de los pobladores de las regiones donde las Farc fueron fuertes, sigue siendo el mayor desafío.
En un contexto mundial en el que seis de cada diez procesos de paz finalizan en fracaso, el colombiano es catalogado como un modelo por la comunidad internacional y, sobre todo, por dos actores claves para la nación colombiana: Estados Unidos y la Organización de Naciones Unidas (ONU).
El acuerdo fue difícil de firmar; sin embargo, cinco años después la sensación es que es más difícil llevarlo a la práctica.
Según el último reporte del Matriz de Acuerdos de Paz de Instituto Kroc, hasta finales de 2020 se hicieron realidad el 28 por ciento de los 578 puntos del convenio.
Las conquistas son existentes y perceptibles. La guerrilla, salvo enumeradas disidencias, se desmovilizó y cedió las armas y se convirtió en un partido político, rebautizado Comunes a comienzos de año, por lo que ya tiene implicación dinámica en el contexto político de Colombia.
Producto del acuerdo de paz se germinaron organizaciones como la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), artilugio de justicia forjado para juzgar los crímenes del conflicto y a sus responsables, y cuenta con un gran apoyo en el contexto internacional.
Sin embargo, los desafíos se propagan y angustian a esa nación, mucho más en medio de la pandemia que forzó a focalizar políticas y recursos.
Colombia vive de un tiempo a esta parte un repunte de violencia, prueba de ello es que 126 líderes comunitarios y los protectores de los derechos Humanos han fallecido asesinados en lo que va esta temporada en el país sudamericano.
Pero eso no es todo, puesto que unos 37 firmantes del tratado y excombatientes de las FARC han sido asesinados o desaparecieron en la misma etapa.
Muchos sectores de Colombia corren el riesgo de retornar a niveles de violencia que existían antes del proceso de paz.
El apaciguamiento completo de la nación sudamericana va mucho más allá de la extinción de la guerrilla más añeja de América Latina.
El Ejército de Liberación Nacional (ELN), las disidencias y otros grupos armados sacaron réditos del vacío de poder que dejaron las FARC y continúan en conflicto en diversos territorios de ese país.
El gran promotor de la paz, Juan Manuel Santos, aseguró que el acuerdo está atravesando por su prueba más difícil, que es “tener un Gobierno hostil”, al que le queda menos de un año para dar paso al siguiente; sin embargo, el presidente Iván Duque también se aferra a la paz al epílogo de su mandato.
El mandatario calificó, en su última intervención de la ONU, como “débil” el acuerdo por Santos, argumentando que en los tres años de su mandato se ha avanzado más que en los 20 mese de implementación.
La avanzada de otros grupos ilegales —incluidas las disidencias— hacia zonas que dejaron las antiguas Farc sigue siendo un frente crítico. Pero los avances en reincorporación, justicia transicional y apertura de espacios políticos llevan, según la ONU y la mayoría de observadores, a una conclusión: la paz firmada el 24 de noviembre de 2016 no tiene reversa.
EL CONFLICTO DEJA MILES DE VÍCTIMAS
El 24 de noviembre de 2016, el entonces presidente Juan Manuel Santos y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, ponían su firma en el Teatro Colón de Bogotá a un acuerdo que tuvo que sortear el rechazo en un referendo, tras una campaña empañada de resentimientos y desinformaciones y empujada, sobre todo, por el expresidente Álvaro Uribe.
Entre 1958 y 2020, la guerra en Colombia ha dejado 357.108 hechos violentos con un saldo de 265.505 víctimas fatales, 4.513 desde la firma del Acuerdo de Paz con las Farc en 2016. La modalidad que más víctimas deja hasta ahora es el asesinato selectivo, con 179.551 personas muertas. Esto corresponde al 42,94 por ciento de los actos de violencia cometidos en el conflicto colombiano.
En lo que va de 2021, en Cauca han ocurrido más de 150 asesinatos selectivos. Son poco menos de la tercera parte de los ocurridos en 2001 (el año más violento, según los registros), pero también la cifra más alta desde 2005.
En 2022, cuando Colombia elija un nuevo presidente, las Farc harán su segunda salida a la arena electoral desde la firma del acuerdo definitivo. Llegan con todas las lecciones aprendidas de su duro “barrigazo” en la política colombiana tras el cual incluso tuvieron que cambiar el nombre de su partido —ahora Comunes— y de una larga serie de equivocaciones que han generado rechazo.
A diferencia de hace cuatro años, la paz con las FARC no será en 2022 bandera electoral y el discurso de “hacer trizas” el acuerdo parece cada día más superado. Pero, como se demuestra cada día, el solo acuerdo no significó el fin del conflicto para muchas regiones que desde hace décadas están golpeadas por la guerra, y mucho menos del narcotráfico, que hoy por hoy tiene las mayores extensiones de coca desde que se llevan registros en el país: más de 250 mil hectáreas.