La frase pasó a la historia. “La economía, estúpido”, se leía en uno de los carteles que el asesor de Bill Clinton, James Carville, colgó en las oficinas de campaña, en las elecciones que el demócrata le ganaría a George Bush padre. Era uno de los alertas acerca de la necesidad de centrarse en los problemas que afectaban a la gente en su día a día.
Por estos lados, semejante recordatorio habría sido innecesario: en la Argentina siempre es la economía. ¿Pero qué pasa con todo lo que está pasando, valga la redundancia, más allá de la economía? ¿A quién le importa? ¿Quién se hace cargo?
Parque Chacabuco fue escenario el viernes de una tragedia de principio a fin. Una que, por sí sola, simboliza y resume muchas de las cuestiones acuciantes, más allá del dólar, la inflación, el déficit fiscal, que sacuden hoy a los argentinos.
Un hombre de 43 años circulaba con su auto cuando dos personas, en un presunto intento de robo, le arrojaron una piedra. Al volante, retrocedió y fue a increparlos. Lo acuchillaron. Herido, subió al vehículo y manejó dos cuadras hasta desplomarse sobre el volante y morir. Como consecuencia de esto, atropelló y mató a una mujer, madre de cuatro hijos, de 49 años, que esperaba el colectivo para ir a trabajar, y terminó incrustándose en una panadería inaugurada hacía pocos meses.
Tan mal estamos, normalizando lo que es anormalidad pura, que una de las primeras reacciones es preguntarse por qué el hombre salió a reclamar a los responsables de la pedrada en vez de seguir su camino. Así nos acostumbramos a vivir..
Con el peor de los finales, aparece otra de las anormalidades que parecen normales: el detenido por el asesinato, el hombre que lanzó la piedra, de 27 años, habitante de la villa 1-11-14, tenía antecedentes. Muchos: seis detenciones en los últimos ocho meses. La última, menos de un mes atrás: lo liberaron a las 48 horas. El hombre era reincidente. La Justicia garantista lo devolvió a la calle.
La inseguridad no se limita al delito planificado. En una recorrida de Clarín, los vecinos de Parque Chacabuco hablan de “zombies en tierra de nadie”. No ocurre sólo ahí. La drogadicción y la salud mental son problemas gravísimos, que requieren de una atención urgente: en esta misma columna, hace unas semanas, se consignó el relevamiento 2024 del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA sobre el estado psicológico de la población argentina con resultados preocupantes: 48,64% tiene niveles de ansiedad entre moderada y severa: el 40,27%, de depresión entre moderada y severa; el 8,7%, presenta riesgo de padecer un trastorno mental. A menores recursos, más se incrementan estas patologías.
En 2023, un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la UCA estableció que 3 de cada 10 personas identificó venta de drogas en su barrio: esto ocurrió en el 18,7% de los hogares de la Ciudad y en el 35,6% de los del Conurbano bonaerense. En villas de emergencia, la percepción de venta de drogas se eleva al 62% y llega al 70,5% en barrios de viviendas sociales.
Según consignó ayer Clarín, a poco más de un mes del comienzo de clases, ya hubo 14 casos graves de violencia en colegios de Provincia: de milagro salvó su vida Brian, el nene de 12 años golpeado por tres compañeros mayores en una escuela de General Rodríguez. Sufrió hundimiento de cráneo, y debió ser operado.
Las encuestas empiezan a reflejar otras demandas al Gobierno: corrupción, inseguridad, desempleo aparecen entre las principales. Un estudio de Ipsos del mes pasado marcó que al tope de las preocupaciones figuraron el crimen y la violencia, con un 52% de menciones. Un 13% más que un año atrás.
Es la economía, como machacaban Carville y Clinton. Pero claramente con eso no alcanza.
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