
El asesinato de Pedro Segundo Quilodrán, un trabajador rural de 43 años, conmocionó a la provincia de Chubut. El hombre, apasionado por el campo y los animales, fue abatido de un disparo mientras realizaba su labor en la estancia La Fuencisla, ubicada a unos 50 kilómetros de la localidad de Ricardo Rojas.
El crimen ocurrió el pasado domingo, cuando Quilodrán recorría la estancia a bordo de una moto tipo cross, buscando caballos salvajes y arreando yeguas. Fue en ese momento cuando Carlos Omar Llaipen, un hombre de 66 años que residía en el lugar, tomó un rifle calibre 22 con mira telescópica y le disparó sin mediar palabra. La fiscal del caso, Andrea Vázquez, confirmó que el asesino no emitió ninguna advertencia antes de accionar el arma.

Actualmente, Llaipen permanece detenido con prisión preventiva por los próximos seis meses, imputado por homicidio agravado por alevosía y el uso de arma de fuego.
El dolor de una familia y el recuerdo de un hombre de campo
Pedro Segundo Quilodrán nació en la localidad de Río Mayo y era padre de cuatro hijos. Su familia, amigos y conocidos lo recuerdan como un hombre trabajador y de buen corazón. Su hijo, Pedrito Quilodrán, le dedicó un emotivo mensaje en redes sociales: “Seguí en el cielo corriendo unas yeguas, pegando unos gritos con tus perros, agarrando algún puma, jineteando. Simplemente que descanses papi. Gracias por todo, volá alto mi campeón”.
Las redes sociales se llenaron de mensajes de despedida y pedidos de justicia. Su madre, Lucy Mansilla, expresó su profundo dolor: “Me mataron a mi hijo, era muy bueno. Él con nadie se metía, pero siempre te voy a llevar en mi corazón, hijito. Quiero justicia y que se pudran en la cárcel". Su hermana, Mónica, también se sumó al pedido: "Te llevaré para siempre en mi corazón hermanito; solo pido que se haga justicia y que pague el que te arrebató la vida".
El asesinato de Pedro Quilodrán deja un vacío irreparable en su familia y en la comunidad rural de Chubut, que hoy llora la pérdida de un hombre que vivía para el campo. Su recuerdo permanecerá en las palabras de su hijo: “Tu cencerro y el tropel de tu tropilla, los ladridos de tus perros no se van a callar papi”.