La primera mujer relatora de polo -trabaja desde hace 18 años en ESPN- posa en familia y habla de su infancia en 25 de Mayo, sus años en la comedia musical y su pasión por el yoga
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La sonrisa plena con que abre la puerta de su casa de Open Door y su actitud fresca y campechana hacen de Martina Monteverde (43) una anfitriona cercana, igual a como se la ve desde hace casi dos décadas en ESPN. Nacida y criada en 25 de Mayo, como recalca con orgullo, durante quince años le puso el cuerpo y el alma a Polo Show, un programa en el que mostraba con gracia la intimidad de un mundo que conoce a la perfección: es hermana de Lucas, cuatro veces ganador del Abierto Argentino, y tía de Lukín, crack de la nueva generación. En busca de nuevos desafíos, desde hace tres años se convirtió en la primera relatora femenina de este deporte, un salto profesional enorme que la tiene muy entusiasmada y que detallará en un rato, después de recibir a sus hijos Florencio (12), Silvestre (8) y Andes (2), que acaban de llegar del colegio.
“Mis padres se conocían de toda la vida y se casaron a sus 20 y 19 años y nos tuvieron a Lucas, a Florencia y a mí, que soy la menor. Primero vivimos en el campo de los Monteverde y después en El Rincón de Davel, un campo de 1828, que es de la familia de mamá (Verónica Davel). En esa época no había luz eléctrica, el motor se prendía a la noche y tampoco había teléfono. Íbamos al colegio del pueblo, a la Normal de 25 de Mayo, de donde son todas mis amigas. No muchas personas viven una infancia como la que tuvimos. Fue muy sana”, arranca Martina, mientras acaricia a su gallina, Ramona (“se autopercibe perro”, dice entre risas), y le pone agua en un plato a su perra adoptada, Milanesa.
–¿Cuán instalado estaba el polo en tu casa?
–Papá (Lucas Monteverde) es ingeniero agrónomo, tiene tambo, hace quesos y, si bien jugaba, lo hacía de manera amateur. Yo también jugué muchos años. La primera cancha de polo de la provincia de Buenos Aires fue la de ese campo y ahí funcionaba una escuela de polo por la que pasaron desde la selección inglesa hasta todos los jugadores buenos que te imagines. Pero en la familia el primer profesional fue mi hermano. A los 14 años ya empezó a viajar y mamá lo acompañaba.
–O sea que siempre te sentiste cómoda en ese ambiente.
–En realidad, para el mundo del polo yo era un bicho raro.
–¿Lo decís en serio o en chiste?
–Las dos cosas. [Se ríe]. Nada relacionado al polo estuvo jamás en mis planes. Me fui del pueblo para estudiar comedia musical, aunque nunca había visto un musical en mi vida. En ese entonces sólo existía la escuela de Julio Bocca y daban las clases él y Ricky Pashkus, entre otros profesores increíbles. Hice los cuatro años, mucho después seguí con el profesorado de danzas, por gusto. Y me metí con el teatro, canto, baile, hice teatro independiente y me fui seis meses a trabajar a Nueva York, donde a cambio me daban clases gratis.
–¿Entonces cómo surgió Polo Show?
–A la primera que le ofrecieron fue a María Vázquez, que dijo que no, y después a Loli López, mi cuñada (casada con Lucas Monteverde). A ella se le ocurrió que me llamaran porque yo conocía a todos, jugaba al polo y, como era actriz, no iba a tener vergüenza. ¡Entré a ESPN floja de papeles por todos lados! Cuando arrancamos no había redes, entonces todos los festejos, la casa de Adolfito Cambiaso, qué hacía Polito Pieres, eran todas cosas que mostrábamos nosotros. Gracias a ese programa viajé por el mundo: a Inglaterra para la Copa de la Reina, a Wellington, a Arabia Saudita, acá a todos los clubes del interior… Y siempre me llevé conmigo a mis hijos, iba embarazada o con los chicos recién nacidos y las mujeres de los polistas me los tenían mientras hacía las notas.
–Pero hiciste un cambio grande en tu carrera. ¿Por qué?
–Hace tres años algo me hizo clic, lo hablé con mi jefe, Gerardo Ferrarini, que siempre me apoyó. Lo que me divertía a los veintipico ya no me entretenía. Desde entonces hago los palenques en vivo, sigo con un poco de redes, y tengo todo el polo femenino: soy la única y primera relatora femenina del país. Por ahora me ocupo de relatar los partidos de las chicas. Algo hice de los varones, pero quiero seguir creciendo, así que me está coacheando el Tero Martínez Puente, que es la voz de toda la vida de ESPN, para combinar la relatora que tiene que dar datos precisos y serios porque es un canal mundial, con lo que la gente conoce de mí.
–¿Quién fue tu entrevistado más copado?
–Todos han sido muy generosos conmigo, no me puedo quejar. Aunque tengo mis límites, hay gente que me teme porque no sabe qué puede esperar de mí, pero igual se presta y me contesta.
–¿Y tu hermano?
–Él es el peor, está en la lista negra. [Se ríe]. No, pobre, a pesar de que odia las entrevistas, se presta a lo que le pida. Lo mismo que todas las mujeres del polo, son un amor.
–En el medio hiciste un reality, Lucky Ladies.
–Fue una experiencia olvidable porque yo no tenía nada que ver ni con eso ni con mis compañeras, que eran amigas entre ellas. Dudé en hacerlo y finalmente acepté porque no quería arrepentirme de no haberlo intentado. Estábamos todas en un chat y después del primer capítulo me borraron por algo que dije de Concepción Cochrane. Una vez un productor me preguntó cuál era mi guilty gift. ¡Qué se yo! Yo no me compro nada, siquiera me maquillo.
–También apareció el yoga en tu vida.
–Sí, eso tampoco lo busqué. Yo daba clases de comedia musical en Art Fusion, en Pilar, y ahí conocí a Luisa Pope, con la que hicimos teatro para chicos, para grandes, dábamos clases. Una vez, antes de empezar una obra de danza teatro, empezó a hacer ashtanga. Yo no tenía idea de qué se trataba, pero me sumé y me encantó. Luisa de alguna manera me adoptó, así empecé con el yoga y poco a poco eso acaparó todo el resto de lo que hacía. Después de Lucky Ladies me fui a vivir a República Dominicana por un trabajo que le había salido a mi ex marido. Me quedé embarazada de mi segundo hijo, la invité a Luisa de vacaciones y ella le contó a la gente lo que yo hacía. Así empecé a dar clases.
–Y tenés alumnos polistas, como, por ejemplo, Juan Martín Nero.
–Sí, también le doy a Polito Pieres, a Facu Sola o a Cruz Heguy, que me acaba de llamar. Yo tengo mi método, que mezcla varias cosas que fui aprendiendo. Mi mayor promotora es Vicky Aldanondo, la mujer de Polito. Nero, que es su cuñado, fue muy generoso al contar públicamente que le doy clases.
DEL AMOR Y LA MATERNIDAD
Durante buena parte del shooting, su pareja y padre de su hija menor, Horacio “Tito” Isla, la graba con su celular. Él es realizador audiovisual, conocido en el polo, entre otras cosas, porque graba las prácticas de muchos jugadores profesionales (como, por ejemplo, los hermanos Castagnola) que luego usan ese material para mirar y corregir errores. “También hace trabajos para ESPN cuando lo llaman, y así nos conocimos. Después de que me divorcié, éramos tan amigos y nos queríamos tanto que fue muy natural estar juntos. Tito era un solterón de 40, sin hijos. Y después llegó la Gorda (así llaman cariñosamente a Andes), medio de sorpresa.
–¿Fue diferente este último embarazo, después de los 40?
–Esta me agarró de vieja. Pero a todos los embarazos los viví con la misma intensidad. Cuando tengo hijos me convierto en una matrona. Pero la Gorda fue la unión de las dos familias, mis hijos son increíbles con ella. En su caso, y en el caso de mi segundo hijo, los tuve en casa. Silvestre nació en Dominicana. Había leído que era el país con más cesáreas del mundo y me dio un ataque, así que conseguí una partera canadiense que me ayudó. Al primero, en cambio, lo tuve en la Austral, pero aunque me dijeron que volviera al día siguiente porque me faltaba, insistí e hice tanta fuerza que nació a las dos horas. Florencio me enseñó a parir, me salió toda la naturaleza que viví en mi casa, una fuerza salvaje que hizo que mi obstetra me dijera “sacalo vos” y eso fue lo que hice. Fue espectacular.

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