Los jóvenes ya no atienden los llamados: “telefobia” e IA

El auge de la conectividad ha derivado en un nuevo campo de riesgos y violencias que no siempre son visibilizados.

Redacción

Por Vanesa Ruiz (*)

¿Sos de los que ve que le entra una llamada y los latidos del corazón empiezan a ir como si hubieses hecho una maratón? ¿O de los que prefieren que termine de sonar para luego enviar un wp: “Qué pasa”?  ¿O de los que se preguntan por qué no atiende el teléfono, si vive con el celu en la mano?

En los últimos años se ha observado un fenómeno que intriga, cada vez son más los jóvenes que evitan contestar llamadas telefónicas. Esta tendencia ha sido  denominada como “telefobia”  y aunque el término puede sonar alarmista, es cierto que múltiples factores —tecnológicos, sociales y culturales— confluyen para explicar esta conducta.

La telefobia hace referencia al miedo o ansiedad extrema a realizar o recibir llamadas telefónicas. Aunque no siempre adopta la forma de un pánico incontrolable, puede manifestarse en conductas de evitación (por ejemplo, no atender llamadas desconocidas, posponer o delegar la tarea de llamar), sensación de estrés excesivo cuando suena el teléfono o incomodidad al sostener conversaciones de voz.

En muchos casos, la telefobia está vinculada con factores como la timidez, la inseguridad al hablar en público o el temor a ser juzgado por la manera de expresarse; también influyen la inmediatez y la invasión de privacidad que se asocian a las llamadas.

Los mensajes escritos permiten repasar, editar y borrar antes de enviar. No saber quién está del otro lado, qué va a decir, falta de hábito o ansiedad social. Además de que se asocia las llamadas a malas noticias, spam o intentos de fraude, sean estafadores, robocalling o simple telemercadeo.

Una generación digital y sus canales de interacción


Las generaciones más jóvenes han crecido en un entorno virtual que les ofrece múltiples vías de interacción: mensajes de texto, aplicaciones de mensajería instantánea, videollamadas e incluso el uso de redes sociales como canales de contacto primario. Para muchos adolescentes y jóvenes adultos, el teléfono no es un mero aparato para hablar, sino una puerta de acceso a redes, servicios de streaming, videojuegos y comunidades digitales. Su forma de comunicarse suele ser más visual, efímera e incluso asincrónica, por lo que las llamadas telefónicas se perciben como intrusivas, lentas o formales en comparación.

Esta realidad cultural no se limita a la comodidad de la mensajería escrita. Existe también un trasfondo emocional: hablar por teléfono puede suscitar una sensación de vulnerabilidad o ansiedad en la persona joven.

Además, se ha documentado que los entornos digitales suelen moldear la forma en que procesamos información y percibimos el tiempo. En un mundo bombardeado por notificaciones, la inmediatez del chat satisface la necesidad de rapidez, mientras que la llamada telefónica implica una dedicación exclusiva: hay que detener otras tareas y concentrarse en una sola conversación, algo que no siempre se desea o puede realizarse en el momento.

La violencia digital


Al mismo tiempo, la expansión de la inteligencia artificial (IA) y la creciente ola de ciberataques han potenciado la necesidad de impulsar cursos de “defensa digital”, una disciplina que busca instruir a las personas en la autoprotección ante diversas modalidades de violencia y fraude en línea.

El auge de la conectividad ha derivado en un nuevo campo de riesgos y violencias que no siempre son visibilizados.

Violencia Digital: Bajo este paraguas se cobijan fenómenos como el acoso en línea, la difusión no consentida de imágenes íntimas y el ciberhostigamiento. Además de los delitos informáticos tradicionales como el phishing o la suplantación de identidad, existen modalidades cada vez más complejas de ataque digital y agresión psicológica que usan las redes como medio para dañar a las víctimas.

Ante esta creciente problemática se  propone la creación de cursos y programas de “defensa digital”, cuyo objetivo principal es capacitar a niños, jóvenes y adultos en el reconocimiento de señales de alerta y la adopción de prácticas seguras en línea. Estos talleres no se limitan a advertir sobre la importancia de usar contraseñas seguras o proteger la información personal; también incluyen módulos sobre cómo responder a situaciones de acoso digital, cómo identificar ciberdepredadores y qué mecanismos legales están disponibles para denunciar la violencia virtual.

No demonizar los avances tecnológicos ni la creciente integración de la inteligencia artificial en la vida diaria. En lugar de ello,  propender a enfoque equilibrado que combine la practicidad de las comunicaciones digitales con la consciencia de la vulnerabilidad que supone cualquier presencia en línea. En este contexto, la llamada telefónica es vista como una habilidad de comunicación esencial.

Educación y concientización. La brecha generacional en el uso y la preferencia de los distintos canales de comunicación pone de relieve la urgencia de educar en competencias digitales. Las instituciones educativas, los gobiernos y la sociedad pueden trabajar de manera conjunta para ofrecer cursos de defensa digital que abarquen desde pautas de seguridad cibernética hasta estrategias para administrar el tiempo y la salud mental en un entorno digital.

Promover espacios de diálogo intergeneracional, fomentar una cultura digital responsable, reflexiva y empática, como un recurso más en el amplio abanico de posibilidades comunicacionales.

La formación en defensa digital emerge como una asignatura ineludible para afrontar los riesgos que acechan en la red. A fin de cuentas, la respuesta a por qué los jóvenes ya no atienden el teléfono va más allá de la simple comodidad de enviar mensajes: es un síntoma de transformaciones profundas en la manera de construir lazos, entornos de confianza y, por supuesto, nuevas formas de violencia y defensa en el espacio digital.

* Directora del Instituto de Derecho e I.A. del Colegio de Abogados de Neuquén.


¿Sos de los que ve que le entra una llamada y los latidos del corazón empiezan a ir como si hubieses hecho una maratón? ¿O de los que prefieren que termine de sonar para luego enviar un wp: “Qué pasa”?  ¿O de los que se preguntan por qué no atiende el teléfono, si vive con el celu en la mano?

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