
A solo media hora de Capital, rescató esta construcción muy deteriorada para disfrutarla en familia los fines de semana.
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“Hace más de 20 años que trabajo como estilista y periodista especializada en diseño, y uno desde que empecé a colaborar con Living. Viví en el exterior más de una década, y me llevó tiempo regresar a la Argentina y volver a trabajar en las revistas locales. Nunca es fácil el retorno”, nos cuenta Daniela Rusak, dueña de esta casa que accedió a mostrar después de mucho pensarlo.

“Si bien me recibí de diseñadora de Indumentaria y Textil en la UBA, jamás me dediqué a diseñar moda o productos. En cambio, me concentré en crear contenido para marcas, revistas y consultoras y a viajar investigando tendencias. Yo sabía que algún día tendría que parar ese ritmo y la señal llegó con esta casa de los años 70 que, ya con marido y dos hijas, decidimos reciclar. Estaba semiderruida, la parte trasera se había incendiado y, entre otras cosas, su precioso techo de madera había desaparecido”.

Lo que se salvó del fuego
“Encaramos la obra con un gran amigo, el arquitecto Leandro Garber. Él estuvo de acuerdo en que yo me ocupara de los detalles estéticos y, generosamente, me orientó”, reconoce Daniela. “El concepto final surgió al pensar qué mantener y qué modificar tras el daño provocado por el fuego. Era necesario cubrir los ladrillos, tanto en el interior como en el exterior, y pintar lo que había quedado del techo. No tardamos mucho en resolver que todo sería blanco”, detalla Daniela sobre las primeras decisiones.

"La reforma reavivó en mí el deseo de diseñar; esta vez, espacios. Al terminar la obra, me inscribí en un posgrado de Interiorismo. Por entonces no lo sabía, pero esta casa fue mi primera ‘entrega’. "
Daniela Rusak, estilista, periodista y dueña de casa

Se conservaron la chimenea, el sillón de obra y el enorme ventanal en ángulo.

“Mandé a hacer a medida el vajillero de petiribí que se ve sobre estas líneas; respeta los tonos elegidos para la casa. El cuadro llegó poco antes de hacer estas fotos con Magui Saberian; después de 12 años de trabajar juntas produciendo maravillosas casas ajenas, hoy tocó la mía”

“No quería nada suntuoso, sino la misma casa actualizada, con su estética transformada, pero no su esencia. Un lugar donde relajarse contemplando el verde y abstraerse del trajín cotidiano”.

En la cocina
La cocina se amplió tomando el cuarto de servicio y uno de guardado, que se reubicó. Buscando un espíritu rústico surgieron el piso de porcelanato símil madera de tono gastado, los muebles de cocina ranurados y el equipamiento de maderas recuperadas, apenas selladas con lacas opacas. “Dejé espacio para estantes porque, como buena interiorista, me gusta que los objetos se luzcan, combinarlos de distintas maneras y cambiarlos constantemente de lugar”.

Galería con parrilla
La galería se amplió en la reforma: con una parrilla nueva, también se dejó lugar para un living exterior que antes no existía. “La mesa, igual que la del interior, es de madera recuperada y fue hecha a medida por mi carpintero. Las sillas son de Guva, un fabricante con el que trabajo habitualmente”, nos cuenta Daniela.

Se generó una doble circulación interior-exterior al abrir enormes ventanales en cada dormitorio, en la cocina y en el living, todos con salida al jardín y a la galería. Así, la casa pasó a integrar ambos mundos.

“Los cuartos de mis hijas están hechos en espejo y dan al jardín. En ambos continúa el hilo conductor de las lámparas y los tonos neutros para la blanquería”.

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