

Maria Callas, una diva trágica abrazada por el cine
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Solo hizo una película, con Pasolini, en el ocaso de su vida. Tras su muerte, el cine se enamoró de su figura: la ex de Brad Pitt es la última en ponerse en la piel de “La Divina”, en la película de Pablo Larraín que llega a los cines el jueves
Maria Callas, una diva trágica abrazada por el cine
Maria Callas es sinónimo de excelente, también de tragedia: quizás por volar demasiado cerca del sol, vivió muy rápido el ocaso de su voz y se fue muy pronto, con apenas 53 años. “La divina” es también la trágica, y quizás por eso el cine, desde Pasolini a Angelina Jolie, se enamoraron de ella.
Nacida en 1942, nadie duda en calificarla como la mejor intérprete de la historia. Además todos destacan que esto lo logro gracias a la unión que generó entre el torrente vocal de su garganta y su actitud corporal. Es que logró conciliar su amplio y dúctil registro con una expresión facial y corporal que le daba cuerpo como nadie a las grandes heroínas de la lírica.
Por este camino artístico marcado por la minuciosa selección de papeles, lo tomó casi 10 años convertirse en una auténtica celebridad. El estrellato le llegó en Venecia al interpretar a Elvira en la obra “Los Puritanos” de Vincenzo Bellini, un protagónico al que llegó de manera insólita ya que en verdad iba a ser encarnado por otra cantante quien tuvo que renunciar por problemas de salud.
El éxito fue furioso, y fugaz. Lo sufría: aquejada de problemas de autoestima tras una exigente crianza, Callas llegó a aparecer, en 1954 y con motivo de sus funciones en La Scala de Milán con “Don Carlo”, en público con una delgadez extrema, tras perder casi 35 kilos. Su primer representante la demandó. Faltó a algunas presentaciones, pero por enamorarse de la noche. En la noche conoció al multimillonario Aristóteles Onassis, su gran amor pero también el causante de sus peores males.
“Fue el Titanic de su matrimonio y el nacimiento del que fue su gran melodrama: enamorarse de alguien para el que sólo fue un juguete de lujo”, manifestó al respecto Manuel A. Martínez Pujalte, autor de su autobiografía “Yo, María Callas. La ópera de mi vida”.
Por este multimillonario abandonó a su marido y se alejó momentáneamente de la ópera, parate que repercutió negativamente en sus cuerdas vocales. Tuvo un hijo que apenas vivió unas horas y falleció de muerte natural. Todo era sufrimiento: Callas entró declive. Había dejado su carrera por amor, y ahora Onassis la abandonaba por Jackie Kennedy. Nunca se recuperó, comenzó a abusar de los barbitúricos y en medio de los escándalos, el cine fue a su rescate.
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En abril de 1969, un año después de su separación, Callas viajó a Turquía: Pier Paolo Pasolini la había tentado para hacer “Medea”, que supondría su primera y única incursión en el mundo del cine. Es, ante todo, una carta de amor a la Callas. Y fue para ella volver a conocer el éxito tras varios años exiliada de su propia carrera.
Durante años, la artista había rechazado todas las ofertas cinematográficas que había recibido. Consideraba que ese no era su mundo y no tenía demasiado interés en poner en juego su prestigio. La ruptura cambió su mente, y también la empujó a salir de su retiro: empezó a estudiar ofertas y cuando el productor de “Medea”, Franco Rossellini –sobrino de Roberto Rossellini– lo supo, no dudó en desplazar a la griega Irene Papas de papel.
Callas, al principio, dijo que no: apenas conocía a Pasolini y sus únicas referencias sobre el director italiano se limitaban a que era militante comunista, que sus películas eran provocadoras y que solían estar rodeadas de escándalo.
Pero Pasolini supo convencerla. “Tenía grabadas en mi mente las imágenes de la estupenda Medea creada por ella en la ópera de Cherubini y, al verla, tuve la confirmación de lo que necesitaba. Con sus grandes ojos en un rostro de pómulos altos, con rasgos y expresiones que se encuadran perfectamente en mi mitología fisiológica. No cabe duda de que Callas será una Medea poderosa, mágica”, contó el cineasta.
“Medea es una semidiosa que puso toda su fe en un hombre. Al mismo tiempo es una mujer con todas las experiencias del dolor y el sacrificio… y trató de sobrevivir”, reflexionaba sobre el personaje Callas. Medea era ella.
Fue su único paso por el cine, de tibia recepción pero unánime aclamación de la Callas, que floreció en aquel filme. Cinco años más tarde, moría de un paro cardíaco: el corazón roto.
Fanny Ardant como La Callas en “Callas Forever”, que protagonizó junto a Jeremy Irons
Desde entonces, su figura solo se agigantó, y su historia, lentamente, empezó a contarse en la pantalla. Entre numerosas producciones, en 2002 tuvo su primera biopic, “Callas forever”, narración de los últimos días operativos de la diva encarnada en la pantalla por Fanny Ardant, y algunos años después, una miniserie, la superproducción “Callas-Onassis”, con Luisa Ranieri en la piel de la diva.
Documentales hubo decenas, pero quien ha realizado un trabajo notable con el archivo que dejó la diva es su biógrafo, el francés Tom Volf, autor de “Maria Callas: en sus propias palabras”. Volf dedicó cinco años a recopilar entrevistas inéditas, fotografías y películas caseras guardadas por los amigos de la diva del bel canto Maria Callas para ofrecer, por primera vez en color, una visión “original e íntima” de la fascinante cantante griega.
Contado en primera persona, la cinta comienza con la propia artista explicando que, en su interior, convivieron siempre dos personas. “Yo soy Maria, pero dentro está la Callas y debo estar a la altura de ella. Lidio con ambas como puedo”, dice. A partir de ahí, todo el documental es la convivencia, más o menos pacífica, de esas dos personalidades que hicieron de Maria Callas una leyenda.
Volf siguió aquella película, estrenada en cines platenses, con dos propuestas más de reciente estreno: “Callas, París, 1958” y “María Callas. Letters and Memories” muestran la cara y la cruz de su carrera.
El primero recupera en alta definición su legendario debut en la Ópera de París, mientras el segundo se adentra en su intimidad a través de una serie de cartas leídas por la actriz italiana Mónica Bellucci.
“Callas desde muy pequeña solo se había dedicado a trabajar, en el trabajo era como un general pero de la vida había muchas cosas que no sabía”, señaló Bellucci tras el estreno del documental.
Bellucci fue la anteúltima diva en ponerse en la piel de Callas: ahora, desde el jueves, le toca a Angelina Jolie.
Monica Bellucci también se puso en la piel de la diva
Jolie, protagonista de “Maria”, película de Pablo Larrain sobre la diva, nunca esperó cantar igual, pero encontrar el aliento de Maria Callas fue suficiente para emanar de la actriz cosas que ni siquiera sabía que llevaba por dentro.
“Realmente no nos damos cuenta de dónde se depositan las cosas en nuestro cuerpo a lo largo de una vida de diferentes experiencias y dónde lo retenemos para protegernos”, dijo Jolie. “Lo retenemos en nuestros estómagos. Lo retenemos en nuestro pecho. Respiramos desde un lugar diferente cuando estamos nerviosos o estamos tristes.
“Las primeras semanas fueron las más difíciles porque mi cuerpo tuvo que abrirse y tuve que volver a respirar”, añade. “Y eso fue un descubrimiento de qué tanto no lo estaba haciendo”.
En “Maria”, que Netflix estrenará después de que la película pase por cines, Jolie ofrece, si no la actuación de su carrera, ciertamente la de su última década. Desde “En tierra de sangre y miel”, de 2010, Jolie ha pasado los últimos años dirigiendo películas mientras priorizaba la crianza de sus hijos. También allí, en los cambios en su carrera y sus escándalos amorosos, se pueden tejer paralelismos entre las dos divas.
“Hay una soledad que ambas compartimos”, dice Jolie. “Eso no es necesariamente algo malo. Creo que la gente puede estar sola y sentirse sola a veces, y eso puede ser parte de quiénes son”.
“Mis elecciones durante muchos años fueron lo que era inteligente financieramente y corto. Trabajé muy poco los últimos ocho años”, dice Jolie. “Y estaba algo agotada. No pude por un tiempo”. Pero sus hijos menores ahora tienen 16 años. Y por primera vez en años, Jolie está de vuelta en el centro de atención, en modo estrella de cine total.
La película tiene lugar durante los últimos días de la soprano de ascendencia griega nacida en Estados Unidos, fallecida por un ataque cardiaco a los 53 años en 1977. Pasa gran parte de su tiempo en su gran apartamento en París, Callas no ha cantado públicamente en años; ha perdido su voz. Vive encarcelada por el mito que ha creado, Callas está redefiniendo su identidad y su voz. Un instructor le dice que quiere escuchar “a Callas, no a Maria”. La película, por supuesto, está más preocupada por Maria.
En los momentos menos perfectos de Callas cantando en la película, Larraín fusiona grabaciones de archivo de la soprano con la propia voz de Jolie. Una mezcla de las dos se ejecuta a lo largo de “Maria”. “Al principio del proceso”, dice Jolie, “descubrí que no puedes fingir cantar ópera”.
Jolie ha dicho que nunca había cantado antes, ni siquiera karaoke. Pero la experiencia le ha dejado un nuevo aprecio por la ópera y sus propiedades curativas.
“Me pregunto si es algo en lo que te apoyas a medida que envejeces”, dice Jolie. “Tal vez tu profundidad de dolor es mayor, tu profundidad de pérdida es mayor, y ese sonido en la ópera se encuentra con eso, la enormidad de ello”.
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