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Información General |Son parte del paisaje cotidiano, y se cuentan por centenares solamente en el casco histórico

Llena de árboles secos, La Plata se desdibuja por la decadencia de su forestación

En veredas, parques y ramblas, los ejemplares mueren de pie por la acción de plagas, podas clandestinas, el vandalismo y la edad. A veces pasan años antes de que se los extraiga y reponga. Constituyen un potencial peligro y una deuda ecológica

Llena de árboles secos, La Plata se desdibuja por la decadencia de su forestación

Un grupo de tilos de mediana edad se secó en la plaza Brandsen de 25 y 60, y allí permanece / EL DIA

Francisco L. Lagomarsino
Francisco L. Lagomarsino

19 de Enero de 2025 | 02:07
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Por las calles de La Plata, en veredas, plazas y plazoletas, los árboles secos son postales frecuentemente ignoradas en el paisaje. De diferentes formas, tamaños y edades, estos ejemplares no sólo ocupan el lugar en que debieran estar otros, pero sanos, sino que representan, por su alto riesgo de caída, una amenaza para los transeúntes y automovilistas.

El problema no es nuevo. Hace dos décadas, este diario ya abordaba el deterioro del patrimonio forestal platense en términos similares. Sin embargo, los factores que lo causan no han hecho más que intensificarse, sumando al maltrato humano y al paso del tiempo una combinación cada vez más nociva de plagas, enfermedades y desidia institucional.

Una postal de abandono

En las calles del ejido fundacional, la escena es recurrente: cualquier circuito urbano de una veintena de cuadras revela al ojo interesado numerosas especies que llevan años sin ser retiradas ni reemplazadas, y retoños que no han logrado prosperar. Por caso, en la rambla de 19, entre 42 y 43, hay no menos de ocho. La ausencia de un manejo forestal criterioso y sostenido se traduce en tramos con poca sombra y un equilibrio ambiental que flaquea.

Según los relevamientos más recientes, el treinta por ciento de los árboles en plazas y parques necesita algún tipo de vigilancia o tratamiento. Los síntomas son visibles: corteza descascarada, ramas quebradas, troncos ahuecados y copas raleadas.

el factor humano

Las razones de este fenómeno se dividen en dos grandes grupos: antrópicas y naturales. Las primeras, vinculadas con la acción o inacción humana, abarcan podas clandestinas, cortes de raíces mal realizados, actos de vandalismo, y pérdidas de agua y gas subterráneas entre otras.

Por citar un ejemplo: cuando el vecino corta las raíces para reparar una vereda, y lo hace demasiado cerca del tronco, sin reducir la copa, se genera un desequilibrio que debilita al árbol. Este tipo de acciones, sumadas a frecuentes intervenciones negligentes de empresas de servicios, agravan el deterioro.

Además, en no pocas ocasiones, árboles añosos son deliberadamente anillados por frentistas y comerciantes para provocar sus muertes, o se los taladra y envenena con diversas sustancias. Estas prácticas no sólo evidencian desconocimiento y maldad, sino también una preocupante falta de controles efectivos y de sanciones por parte de las autoridades.

En el caso de los retoños y las plantaciones masivas oficiales, las muertes que se pueden atribuir al factor humano son las que se producen, principalmente, por falta de cuidados, riego periódico y control de plagas, la no colocación de barreras mecánicas para hormigas, y de un buen y rico sustrato al plantar, en pozos de la profundidad adecuada.

Las plagas: un enemigo silencioso

Las causas naturales, por su parte, incluyen el daño que provocan las tormentas, los vientos, los anegamientos, y el envejecimiento propio de cada especie. Pero en los últimos años, las plagas también han tomado un fuerte protagonismo.

La “vaquita” del olmo, las orugas, los pulgones, las chinches y minadores, los hongos, afectan diferentes especies en toda la ciudad. Sin un control efectivo, estas amenazas se extienden sin freno, debilitando árboles y complicando su regeneración.

En muchos barrios, los claveles del aire -que también colonizan los cables- sofocan y dan el golpe de gracia a los ejemplares que venían mostrando señales de debilidad; las cochinillas diezman a especies como los lapachos, mientras sus secreciones atraen hormigas. Son patologías que no distinguen entre árboles jóvenes o maduros, y su proliferación pone en jaque cualquier esfuerzo de reforestación.

Un manejo errático

Con casi 62 mil ejemplares distribuidos entre 43 mil lotes -siempre de acuerdo con los datos disponibles, desactualizados, porque a pesar de decenas de anuncios nunca se concretó un nuevo censo forestal-, el arbolado de alineación de nuestra ciudad está sometido a una presión constante.

Las cifras alarman: uno de cada tres frentes carece de árboles, y el reemplazo de ejemplares sobremaduros o enfermos es casi inexistente. Desde hace más de veinte años, los funcionarios a cargo de Espacios Verdes de las diferentes gestiones comunales -algunos de ellos recurrentes- reiteran que “se está armando un informe de situación”, que “existen contactos con la Universidad” y que es inminente la elaboración de un censo exhaustivo.

Esto nunca sucede, y mientras tanto, los expertos insisten en la necesidad de planes a mediano y largo plazo que incluyan controles estrictos, sanciones y reforestación programada. Puntualmente, desde el Foro en Defensa del Árbol, un nucleamiento multidisciplinario, se difundieron dos docenas de propuestas para el manejo del patrimonio arbóreo del partido de La Plata.

Un llamado a la acción

El Foro insiste con su “preocupación por las demoras en la implementación de la ley 12.276 (de arbolado público), especialmente en lo concerniente a la confección de un plan regulador. El documento habla de la “falta de propuestas de participación ciudadana”, “carencia de diálogo con las autoridades municipales a cargo”, y “escasa difusión de la normativa vigente en materia de cuidado de ejemplares, que permitió la intervención de cientos de ellos sin contralor municipal”. Asimismo, al caso de los árboles “encorsetados” con diversas estructuras de madera, hierro o vidrio.

Este plan iría de la mano del mil veces trunco censo forestal que, georreferenciado, debería incluir el estado fitosanitario del cada ejemplar que se registra; y contener un mapa de manejo de riego, tutorado de retoños y control de plagas.

Los ingenieros agrónomos consultados por este diario advirtieron que “un porcentaje significativo del arbolado está sobremaduro, es decir, dejó atrás su edad de plenitud” pero advierten que “la solución no está en talas indiscriminadas, sino en la coexistencia de árboles de diferentes edades mediante reemplazos graduales.”

“En La Plata, los árboles mueren por múltiples causas, que se suman a que muchos ejemplares ya son añosos” evalúa Corina Graciano, ingeniera forestal, profesora en la facultad de Ciencias Agrarias de la UNLP e investigadora del instituto de Fisiología Vegetal en el Conicet: “no hay que perder de vista que tienen crecimiento continuo, y van produciendo nuevos módulos (ramas con hojas) a medida que crecen. Cuando el árbol pasa de estado maduro a sobremaduro, se lo puede visualizar porque se empiezan a morir las ramas más externas de la copa (pero queda unida al árbol tipo cuerno de alce), y muchas veces se producen rebrotes en la base del tronco o brotan ramas finitas desde ramas muy gruesas”.

“La caída de ramas es la forma en que en general mueren los árboles” describe Graciano: “van desconectando los haces vasculares que conducen agua desde la parte superior de la copa hacia abajo. Es decir, la muerte gradual de un árbol se produce porque los módulos empiezan a morir, y en algún momento, el tronco principal muere y puede caer entero o en partes, o seguir muerto en pie. En este contexto, un árbol exhausto, sometido a estrés, tiene menor resistencia al avance de plagas y diversas patologías”.

La degradación del arbolado sigue restando calidad de vida a los vecinos y desdibujando el legado de una ciudad que alguna vez fue modelo en urbanismo y cuidado ambiental.

El impacto no solo es ambiental y estético. Las caídas de ramas o troncos secos suponen riesgos para la integridad física de peatones y conductores. En resumen, el arbolado urbano de La Plata necesita diagnósticos, pero más aún, acción urgente y coordinada, con involucramiento ciudadano. De lo contrario, la postal de abandono que hoy caracteriza a muchas de sus calles será el reflejo de otra gestión que deja morir, literalmente, su patrimonio natural más significativo.

 

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