“No le digas”, cueca emblemática que nace de un poema
“Si te encuentras con la Ninfa, / no le digas que he llorado;/ dile que en los ríos me viste lavando oro para su cofre. Si te encuentras con la Trini,/ no le digas que he sufrido;/ dile que en los campos me viste buscando lirios para sus trenzas. Si te pregunta la Flora acordándose de mí,/ no le digas que me has visto, no le digas que la quiero. En un rincón del olvido no le digas que la espero”.
“Lo primero que puedo decir es que me parece hermoso que esta cueca sea considerada como un himno de una carrera universitaria”, señala el cantautor boliviano Willy Claure.
El artista, radicado en Suiza y especialista en cuecas, puso música a la letra del poema que está en la novela Felipe Delgado (considerada como la obra narrativa más importante de Bolivia) del narrador y poeta Jaime Sáenz.
Jesús “Jechu” Durán, coautor, que falleció por una enfermedad, fue quien presentó a Claure el libro con el poema, ubicado en la página 33 de la primera edición.
Era Calixto María Medrano, personaje de la obra citada, maestro de piano de Felipe, quien siempre tocaba la cueca antes de iniciar sus clases; es así que aparece el poema dentro de las páginas del libro.
“Nosotros conocemos la letra de la cueca, pero no conocemos la música, no sabemos cómo Sáenz se imaginaba la melodía”, dijo Claure durante una entrevista especial para este medio.
Sucede que, en los años 80, en plena dictadura, Jechu y Willy se conocieron y hacían guitarreadas. Ambos vivían relativamente cerca, el primero en la Pisagua y el otro en la Sagarnaga (La Paz). Claure sale del hogar de Durán y en una de esas caminatas de “cada quien a su casa”, Claure compone la melodía en su mente.
“Mientras iba hacia mi casa por la San Francisco y Sagarnaga, tardecito, hice la melodía. Llegué y grabé lo que tenía en la mente en un casete que lamentablemente se perdió (…). Luego de unos días vuelvo a la casa de Jechu y le presento la canción; al mismo tiempo él había compuesto la emblemática ‘Enredadera’, presentada en su disco El repatriado. Esas dos tocábamos en las peñas y a la gente le gustaba”.
Resulta que ya eran las dos cuecas aclamadas por el público de entonces. Hacían segundas de voces y segundas de guitarras según a cada cual le correspondía por y para sus propias composiciones.
Sin embargo, Willy se casó cuando tenía 18 o 19 años y junto a su familia se fue a radicar a Santa Cruz de la Sierra en tiempos difíciles para la economía nacional. Es ahí donde conoce, después de algunos años, a Jenny Cárdenas, quien grababa su primer disco en el que estaba la canción “No le digas”.
“Me dice ‘tengo una cueca bellísima para el disco’ y se pone a cantar ‘Si te encuentras con la Ninfa, no digas que he llorado…’. Y le dije: Jenny, esta cueca es mía. Yo compuse la melodía; es cierto que Jechu me presentó el texto, pero esta cueca es más mía”, recordó Claure.
Cárdenas tuvo que comunicarse con Durán para corroborar esa afirmación. Años después, Claure grabó la cueca.
Luego de que falleciera Jechu, su hija Gabriela Durán se comunica con Willy y le dice que no puede dormir porque en el fondo siente que la cueca también le correspondía a su papá.
“No me importaba mucho afirmar o declarar quién era el compositor, así que en un concierto invité a Gabriela para aclarar que la letra es de Jaime Sáenz, la música de Willy Claure y Jesús Durán”.
Hay bastante que subrayar y mucha representatividad. Que la letra sea de Jaime Sáenz y la música de Willy Claure y Jesús Durán, que en los comienzos sea un éxito de Jenny Cárdenas, o que los estudiantes de la carrera de Literatura —como se dijo inicialmente— tengan a esta cueca como un himno, dicen mucho de lo que significa.
Rocha: “Existe una racionalidad exquisitamente ambigua”
El director de la Carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Omar Rocha, con un Felipe Delgado en mano, aportó con la anécdota de que sus estudiantes cantaban en la terraza de la Facultad de Humanidades la cueca “No le digas”.
Sin embargo, con su prolongada experiencia como investigador, poeta y docente —además de ser psicólogo de profesión—, señaló en una entrevista bastante conmovedora, que existe una racionalidad exquisitamente ambigua, escondida, en el poema de la página 33 del libro de Sáenz.
“La supuesta cueca, supuesta porque es sólo un poema, dice que, si te encuentras con la Ninfa, no le digas he llorado, o que, si te encuentras con la Trini, no le digas que he sufrido. Pero hay un cambio de discurso, de un imaginario que aterriza en un aliento poético que señala ‘Si te pregunta la Flora acordándose de mí…’; entonces ingresa la negación profunda. ‘No le digas que me has visto, no le digas que la quiero; en un rincón del olvido no le digas que la espero’”.
“Con eso le está diciendo a quien interpela: ‘Dile, dile, dile que la espero…’. Es un hermoso texto incluido en el Felipe a quien dos músicos de renombre; uno que ya se fue y otro a quien mando saludos, le pusieron una música también hermosa”, remarcó Rocha.
Canedo: “Esta cueca es mucho misterio”
El poeta y músico René Alejandro Canedo comentó sobre su experiencia de vida con este modo de hacer música.
“La primera canción que aprendí, más precisamente, la primera cueca que aprendí fue ‘Las ninfas’, mucho antes de conocer su título original: ‘No le digas’”, recordó.
Canedo relató que fue su hermano mayor quien le hizo escuchar por primera vez en la versión de Jenny Cárdenas, en su disco Huellas fecundas (1986), volumen que ofrece la cueca “No le digas”, junto a otras piezas a cual más valorable (“Khaluyo”, “De jumbate”, “El camba”, etc.).
“Cálida y tenue, la versión de Cárdenas talló algo cuerpo y ánima adentro, algo que podría esbozarse como júbilo: en la melodía y el fraseo, en la quimba, el colofón y el jaleo, una impronta que enaltece y aniquila, como debe hacerse en toda cueca (quién te dice si en toda canción que se respete). Entonces, durante meses de trabajo febril, postergando responsabilidades terrenales, escolares, familiares, se me fue la vida en aprender esa versión”, añadió.
Canedo indicó que, a mayor abundamiento, su aprendizaje estuvo salpicado por ciertas cosas que su hermano contaba de esa cueca que está en un libro, una novela de un tal Sáenz.
“Algo se trae esa canción en la trama, un misterio, un no sé qué… que a mis 10 u 11 años no podía concebir. Así, para cuando David Mondacca escenificó fragmentos de la obra de Sáenz (1998), la cueca ‘No le digas’ me había configurado según ese algo que la versión de la Jenny hizo en el niño guitarrero que fui, y me había incorporado con fervor al séquito del poeta”, sostuvo a tiempo de señalar que “hasta ahora aquella versión me compunge, al punto de no poder tocantarla como la cueca manda: quiero decir que al ejecutarla me quiebro. Pocas veces logro hacerlo sin sollozos evidentes, momentos en que las tribulaciones mutan sus mecanismos expresivos y encuentran en mis dedos, en mi hueso y en mi voz, al menos parcialmente, el modo de cristalizarse. Alguna pulsión en la melodía y las armonías, quién sabe qué asunto del poema, quién sabe qué y por qué… ¡Qué comunicará pues la cueca sobre unos adentros, o con qué adentros se comunicará pues esa cueca! A más de 40 años de mi primera audición de ‘Las ninfas’, el júbilo permanece intacto”.
“Leí por ahí que las canciones se percuden. Probablemente, ante cada nueva generación, como todo objeto artístico, esa cueca y la cueca en general muestren síntomas inequívocos de desahucio. Puede ser, puede ser… Total, si esa cueca se percude, me percudiré con ella, hasta desvanecernos en un rincón del olvido”, puntualizó.