En política hay una paradoja recurrente: los extremos, aunque se proclamen antagónicos, terminan encontrándose. Se enfrentan con discursos encendidos, pero comparten un mismo método: apropiarse de banderas legítimas, vaciarlas de contenido y ensuciarlas con oportunismo político. El kirchnerismo hizo de los derechos humanos -uno de los consensos más valiosos de nuestra historia democrática- un campo de batalla ideológico. Lo que debía... + Leer noticia completa
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