Había una vez, en un muy maravilloso reino llamado Manhattan, una columnista de un diario ficticio llamado The New York Star, que cada semana se colaba por la pantalla de nuestra TV por cable -¡ah, tan años 90!-. Con su microvestido rosado y sus bucles como el oro, esta mujer nos contaba en 25 minutos las correrías citadinas de cuatro treintañeras -ella incluida- y sus cavilaciones sobre el amor, los anhelos profesionales, la maternidad,... + Leer noticia completa
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