La tierra en la que uno vivió su infancia atrae como la fuerza del viento que no se detiene y el ímpetu del vuelo del halcón para bajar súbita y verticalmente sobre su presa, que es transportada por los aires hasta morir. Así sucede a todo mortal: evoca el tiempo lejano incluso al momento de cerrar los ojos en el sueño eterno. Durante la época de mi niñez y posterior adolescencia, Tarija todavía era una gran aldea o, si se prefiere, una... + Leer noticia completa
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