En Bolivia, como en casi todos los países de América y también de Europa, el fútbol se convierte en demasiadas ocasiones en un asunto de Estado. No es racional. No puede serlo en un país en el que el torneo local es rudimentario y una sucesión permanente de gradas vacías, jugadores impagos y clubes en bancarrota, mientras los aficionados sospechan de cada dirigente que se acerca a un club o, sobre todo, a la Federación. El estado de... + Leer noticia completa
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