Los bolivianos siempre hemos sospechado que la justicia no actúa, sino que obedece; no interpreta la ley, sino que ejecuta órdenes; no protege derechos, sino que garantiza impunidad y elimina rivales. El escándalo del caso consorcio no solo confirma esa sospecha: la convierte en evidencia judicial, en crónica confesada de una estructura mafiosa que ha convertido al Órgano Judicial en un engranaje más de un proyecto político sin... + Leer noticia completa
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