Nuevamente la ciudadanía boliviana ha sido víctima de eventos criminales que desencadenaron una espiral de violencia y pesadumbre. Con semanas de estrés en carreteras y ciudades, con las jornadas de horror que vivió Llallagua, otra vez quedó expuesta la malignidad de un régimen que disfruta de conflictos, que adora el terrorismo —el generado por consabidos grupos paramilitares y el que gesta desde su posición de poder—. Similares... + Leer noticia completa
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