Salí de mi depto paceño a las cuatro de la mañana, era un miércoles de mayo, pero el invierno adelantaba ese aire coagulado de los andes. Llegué a Buenos Aires a las cuatro de la tarde con una escala cruceña breve, precisa. Me esperaba mi amigo porteño Juan, académico de la Universidad Jauretche. El aire era tibio, húmedo; volamos autopistas. Me contó que Cristina iría de vice y se preocupaba. Transitamos las ciudades de Lanús,... + Leer noticia completa
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