Peteco Carabajal pasó por Bolivia con su estampa entrañable de trovador sin concesiones. Nos encontramos en la residencia del embajador argentino, Normando Álvarez, un viernes de amable tarde paceña. Cuando lo vi, llegó como un viento sano mi infancia más querida, aquella de los partidos de fútbol en la siesta de Santiago del Estero, aquella de las guitarreadas en patios familiares donde todos éramos artistas, aquella del humor... + Leer noticia completa
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