“A Dios, A Dios”, dice Harold Lamb que respondían los niños que salían desde Europa a reconquistar el mundo cristiano que había caído en manos infieles. Probablemente ni sabían qué era Jerusalén ni quién era Solimán, pero su despedida quedó grabada: adiós, adío, adeus. Una manito que se menea de lado a lado; una cabeza que se da vuelta y mira el camino recorrido y cuanto por recorrer en esta cruzada moderna que le toca... + Leer noticia completa
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