El rugby tucumano forjó su fama de duro mucho antes de la profesionalización. En los años 80, cuando el juego amateur se mezclaba con una intensidad casi tribal, los partidos en la provincia eran sinónimo de choque, orgullo y sangre caliente. Pero en 1988, esa identidad cruzó una línea. Un año después de ganar la primera Copa del Mundo, los New Zealand Maories visitaron Tucumán para enfrentar al seleccionado local. Lo que debía ser un... + Leer noticia completa
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