En los años fundacionales, la Regata del Río Negro no era solo una competencia deportiva, sino una verdadera aventura colectiva. Las jornadas se dividían entre el esfuerzo en el agua y la convivencia en los campamentos que se levantaban por la noche al final de cada etapa en la ribera. De día, los botes surcaban el río en competencias intensas, con los palistas entregando todo. De noche, el cansancio se transformaba en camaradería:... + Leer noticia completa
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