En menos de una semana pasamos de “la juventud no vale la pena, está perdida”, a lamentarnos con “pobrecita la juventud, lo que tiene que aguantar”, para terminar con “orgulloso de la hermosa juventud que tenemos”. El problema es la generalización. Un día responsabilizamos a la juventud de todos nuestros males, al siguiente nos enorgullecemos de sus logros y después la convertimos en víctima de todo. Ese vaivén no hace más que... + Leer noticia completa
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