Argentina siempre se ha definido por sus pasiones. El fútbol nos dio ídolos inmortales: Maradona, Messi, Kempes. En el automovilismo brilló Reutemann; en el tenis, Vilas y Sabatini; y hoy Colapinto ilusiona en la Fórmula 1. Ante esas figuras, el país se alinea con facilidad, las convierte en bandera y las muestra al mundo con orgullo. Pero —y siempre hay un pero— a la primera derrota, al mínimo traspié, la admiración se transforma en... + Leer noticia completa
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