Las redes sociales y la tecnología -especialmente la inteligencia artificial- están logrando algo inquietante: que desconfiemos de todo. En un país donde los “vivos” operan 24×7, esta desconfianza se convierte en una tentación para aggiornar las reglas del delito. Uno de los efectos más visibles es la desaparición de la espontaneidad tal como la conocíamos. Hoy, los gestos genuinos parecen requerir validación digital. El hijo que le... + Leer noticia completa
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