Hay actitudes que se amonestan de modo sutil porque son vistas como petulantes (palabra, por cierto, odiosa). Si alguien, por ejemplo yo, está en un bar de Barrio Norte y pide al mozo una lapicera para escribir alguna idea en una servilleta, ése es el momento en que uno se siente mirado y casi que puede escuchar el pensamiento que acompaña esas miradas: —¡Sonamos con Borges! No se trata de criticar el pedido de una birome —gran invento... + Leer noticia completa
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