“Dime cómo hablas y te diré de dónde vienes”, podría susurrar un algoritmo. Cuando ChatGPT describe nuestra cultura como “vibrante, diversa, arraigada en herencia indígena, africana y europea”, uno no sabe si aplaudir la corrección política o lamentar la blandura de postal turística. El problema trasciende la cortesía: estos cerebros artificiales tropiezan con nuestros códigos locales, no entienden que “nos vemos” en Buenos... + Leer noticia completa
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