Se asustó. Mientras lloraba suplicaba que por favor no lo mataran. No fue suficiente. Sintió un calor fuerte. El disparo había entrado directo en su cabeza. Su nombre era Gregory Smart y estaba muerto.Parecía ser un caso más como tantos de asesinato en ocasión de robo: la casa estaba desordenada y faltaban algunos objetos pequeños nada de gran valor.Sin embargo ese cadáver escondía una historia tan sórdida como escandalosa; un... + Leer noticia completa
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