Los milagros suelen estar demasiado a mano como para que los podamos apreciar. Sostener un niño en brazos: sentir su calor, la blandura de su entrega, la intensidad de la vida, puro empuje, que bulle en su interior. Sostener un niño en brazos y mirar, junto a él –unir nuestros ojos a su mirada limpia– el desborde de color y de formas que alguna vez creó el catalán Joan Miró. Mirar una obra con ojos a los que nada les importan nombres,... + Leer noticia completa
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