Había ocurrido en la semana 11 de gestación. El corazón de su hijo había dejado de latir. Alba Herrera Pesoa ingresó al hospital sabiendo que iba a salir con el cuerpo vacío. Lo que siguió no fue un entierro, ni una ceremonia, ni una despedida. Fue un procedimiento clínico. “Mi bebé fue descartado como residuo patológico y eso me hundió más en el dolor”, dice. No por lo físico. No por el quirófano. Sino por la manera en que se... + Leer noticia completa
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