Cuando mis hijos eran más chicos un fantasma me perseguía: morirme y que ellos -depende de la edad del momento- no me recordaran o si lo hiciesen se criaran con sensación de orfandad. Ahora son adolescentes -uno a punto ya de dejar de serlo- y me siento un poco más tranquilo. No con la idea de morirme pero sí con una cierta calma de que -en lo que pude- intenté ser un padre cercano presente dispuesto a escuchar. Altri tempi si viajaba les... + Leer noticia completa
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