Confieso que me hubiera llevado el tender, pero no me animé a levantar la mano y decir “yo lo quiero”. Pensé que había una trampa, que a la tercera, cuarta o quinta vez que los actores preguntaran ¿quién quiere tal cosa? y que, efectivamente, le entregaran a un espectador uno de esos objetos exhibidos y numerados en el escenario como premios de kermés, entonces, reclamarían algo a cambio y podría, sin querer, terminar involucrada en... + Leer noticia completa
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