De pronto, sin saber leer ni escribir, Luis Arce acaba de heredar el cadáver de un partido político que fatigó la infamia en Bolivia desde 2006. No debe ser motivo de orgullo, y menos de alegría, recibir el cuerpo de un partido en acelerado proceso de descomposición, y quizá por eso Arce no agradeció el presente. Un partido que ha sido capaz de provocar el peor desastre económico de la historia del país, desastre que todavía no ha... + Leer noticia completa
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