Como en esas joyas del cine de terror de bajo presupuesto, cuando el villano ha sido enterrado a siete metros bajo tierra, envuelto en cadenas y maldiciones varias, y las luces del cine comienzan a encenderse mientras la audiencia respira aliviada de pronto, de la nada, de La tumba infecunda, removiendo nerviosamente la tierra fresca, emerge una mano huesuda y en descomposición. No es cualquier mano, es la mano que anuncia —con su toque torpe... + Leer noticia completa
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