Víctor Corcoba Herrero Necesitamos ingerir nuestras propias lágrimas, sentir el dolor en el cuerpo, para una relación renovada con el Omnipotente y el prójimo, volviéndonos próximos y revolviéndonos contra sí, hasta sollozar internamente. Llorar por las caídas propias, como suspirar por el sufrimiento de los demás, es un gemido que nos purifica y vivifica, fortaleciéndonos para no cansarnos de pedir perdón, como penitentes que somos... + Leer noticia completa
Getty Images Parece una escena de un romance épico. En 1981, un joven estadounidense llamado Bruce viajaba por el norte de Francia cuando una morena guapa llamada Sandra se subió a su tren, en París, y se sentó a su lado. La conversación surgió con facilidad, y pronto... + más
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