Hay cosas que uno no puede esconder a su peluquero. Miguel Jiménez Guillamón da fe de ello. Cuando abrió su barbería, en 2005, nadie hablaba de trasplantes. Pero poco a poco, empezó a ver matas frondosas donde antes solo había pelo ralo; flequillos generosos que sustituyeron a frentes despejadas. “También veía cicatrices con una forma concreta que empecé a reconocer”, explica en conversación telefónica. Eran trasplantes capilares.... + Leer noticia completa
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