Serapio Abedul y José Linaza amanecieron aquel miércoles de Adviento ensalzando y celebrando a lo loco, habían pasado la noche entera alabando, elogiando y reverenciando al desahuciado, agónico y mortecino equipo de la casaca escarlata para el cual, enhorabuena y en momento malo, tuvieron la clarividencia de tomar las cenizas de un muerto para formar con ellas el cataplasma curativo que logró cicatrizar sus heridas, hasta restablecerlas.... + Leer noticia completa
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