Cuando a mis diez años vi la película Marabunta, en la que millones de voraces hormigas se comían la selva, los animales y a los hombres, quedé impresionado. Pensé que todo era imaginación de su director y que se trataba de mera ficción. Luego supe que las marabuntas existían, y que, con su voracidad, arrasaban los lugares por donde pasaban, dejando desolación y miseria. La Bolivia actual, la Bolivia del “cambio” y de las amplias... + Leer noticia completa
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