Debo decir que llegué tarde el día de la distribución de supersticiones primitivas. No sé cómo sucedió. Quizás me quedé dormido o tomé el bus equivocado. Comprenderán que esta carencia es complicada en nuestro amado país y especialmente en agosto, mes que, me cuentan, es especialmente propicio para el neopaganismo descafeinado a la moda. De pronto, hay algo que me distancia de mis semejantes, una brecha que me cuesta superar y que da... + Leer noticia completa
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