Desde la independencia hasta bien entrado el siglo XXI a Tarija se le conocía como la capital de la sonrisa, un espacio diseñado para el goce y disfrute, una ciudad en comunión con la naturaleza donde no había mucho de nada ni tampoco faltaba. Tal vez nunca fue una ciudad ambiciosa porque no lo pretendió, sino que sus habitantes priorizaron el vivir bien de verdad y de ahí se arraigaron unas cuantas costumbres que cultivaban el placer, el... + Leer noticia completa
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