Durante mi adolescencia y buena parte de mi juventud (y quizás hasta hoy) fui una persona rebelde. Mi abuelo evitaba llevarme a Totora en vacaciones como hacía con mi hermana y primos. Decía, en cualquier momento me podría subir a un camión para cualquier parte; Elena, mi abuela, no estaba para arrebatos. Por esta razón mi mamá decidió inscribirme al colegio Sucre para disciplinarme y convertirme en “un hombrecito obediente”.... + Leer noticia completa
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