Jesús de Nazaret, cuya muerte conmemoramos estos días, fue un hombre que encarnó el amor. Los análisis forenses que se hicieron sobre sus lesiones llegaron a la conclusión de que fue sometido a prácticas de tortura que muy pocos aguantarían. Casi no le quedaba sangre en las venas y en varias partes de su cuerpo faltaban trozos de piel. Los latigazos y el cilicio prácticamente le habían desollado. Padeció como pocos y, aun así, tuvo... + Leer noticia completa
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